Los días del Cáucaso
Banine
Traducción de Regina
López Muñoz
Siruela
Madrid, 2020
311 páginas
El libro es un retrato de
un país y su gente, escrito con un lirismo a caballo entre lo asiático, propio
de un Oriente próximo, y lo europeo, pues los sentimientos que conmueven a los
protagonistas son muy semejantes a las que podemos leer en las novelas
francesas del siglo XIX. Banine nos habla de una infancia feliz y de una
juventud también feliz, pero en la que no se pueden eludir los escollos que
salen al paso en esas etapas, que no son tanto las razones sociales como las
del amor: por las personas y por las figuras ideales, por alguien de otro sexo
y por aquellos a los que te gustaría semejarte o igualarte. Se va desplegando
así el texto en un lirismo sensato, de los que no engañan a nadie: Banine ha
venido para relatarnos que su paso por el mundo ha sido grato y no esconde las
intenciones. A eso se le suele atribuir el adjetivo sincero, por mucho que alguien
trate de tacharlo de ingenuidad. El ingenuo, en cualquier caso, ya lo sabían
los clásicos griegos, es un hombre libre. Y la libertad se va enlazando con la
felicidad en un tiempo en el que serán seres simbiontes. De eso trata este
libro que nos lleva a reflexionar acerca de la literatura de la memoria:
existen las versiones de nuestra infancia, que suelen tener consistencia más
bien encantadora, frente a las versiones de nuestro pasado inmediato, como en
los diarios, en los que la memoria trabaja contra el contexto -bastan los
ejemplos de Pavese, de Renard, de Gide-. Que cualquier tiempo pasado fue mejor
quiere decir que nuestra supervivencia, y eso incluye al amor por quien fuimos,
está por encima de cualquier otro atributo que se impone en esto que llamamos,
de nuevo, realidad, y que tanto nos cuesta definir.
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