En el corazón del país
William H. Gass
Traducción de Rebeca García Nieto
La Navaja Suiza
Madrid, 2017
275 páginas
Uno mira al corazón de lo que se supone representa los mejores tópicos del universo, y se encuentra con un lugar donde no desearía vivir. Ni él, ni nadie en su sano juicio. Las miserias más fáciles de conocer, son las de los lugares donde vivimos. A eso se le conocer, por norma general, como la suerte de tener raíces. Cuando tener raíces tiene tanto de beneficio como de maldición. De hecho, el único beneficio que tiene es el de presumir de pertenecer al lugar más hermoso o más libre o más lo que sea del mundo. Y ya sabemos que detrás de la presunción se esconde un miedo o un complejo, si es que son cosas diferentes. Si uno se aleja del lugar, por voluntad propia, y luego trata de describirlo, pensará que su pueblo es el mundo. Nada describe mejor en qué consiste la condición humana que el resumen de la vida en una aldea, como Comala, o un condado, como Yoktapanawpha. De ninguno de los dos lugares puede uno escapar, porque los ejidos son algo así como un infinito campo desolado que no puede atravesarse. Lo demás es yermo y vacío. Solo encuentra vida, y miserias, y por tanto sentido, en su territorio. En ese aspecto, el proyecto literario de William H. Gass (Fargo, Dakota del Norte, 1924), desarrollado poco a poco a lo largo de décadas, al que más se asemeja es al de Edgar Lee Masters. Un Sur de Estados Unidos semivacío, en el que habitan gente que tiene, tal vez, las características de los Snopes, la familia que popularizó Faulkner en su obra.
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