Desde
el país de nunca jamás
Traducción de Margarita Valencia
Anatomía
de los viajes al conflicto
En
una época en que la información se sucede con el formato y el ritmo de un
videojuego, la lectura sirve para detenerse, para iniciar una meditación. Y los
libros que se centran en reportajes de viaje le suponen al lector entablar con
el texto la distancia que precisa este tipo de obras, la que ayuda a conocer
más allá del polvo que empaña la superficie. Compartir la experiencia de
trasladarse a otro lugar equivale a la de trasladarse a otro tiempo, lo que
facilita que el viaje al conflicto conserve intacta su frescura. Como bien sabe
Alma Guillermoprieto.
“La
fe revolucionaria es dura, y exige sacrificios absolutos: la danza me pareció
de repente una disciplina frívola”. Y con esa motivación Alma Guillermoprieto,
una de las mejores periodistas vivas, razona el abandono de su carrera como
profesora de baile para afrontar necesidades como la de “entender la violencia
–y la indiferencia ciudadana ante ella-“, que, apunta, parece haber sido el
sino de los latinoamericanos. Y, también, para “conocer los sueños y
padecimientos de los nuevos ciudadanos latinoamericanos bajo las condiciones de
una modernidad que nunca acaba de llegar”.
Desde el país de nunca jamás es una recopilación de las crónicas que
Guillermoprieto ha escrito a lo largo de treinta años, todas ellas vinculadas a
América Latina, y todas con el conflicto como eje narrativo. No importa si este
conflicto toma la forma más descarnada, como una masacre en El Salvador, o
explota alguna versión algo cutre de la vida cotidiana, como la neurosis
colectiva que produce el asesinato de una actriz de telenovela brasileña.
Se
presenta el libro como una suerte de patch-work
social y político, en el que se retrata toda América Latina: desde un Fidel
Castro fiel a sus principios y una Cuba bipolar, a los repudios por el horror
de la sangre y todo lo bélico; desde la rebeldía juvenil a la literatura; desde
las diferentes cataduras morales de los demagogos, gobernantes y empresarios, a
la lucha de clases y la lucha étnica; desde lo más pintoresco a la teología de
la liberación. De toda esta colección de retazos se decanta la esencia del
proyecto literario de Guillermoprieto, que es la búsqueda del hombre decente.
Una búsqueda que incrementa su voracidad intrigante al producirse en un
territorio en plena formación, al estar retratada por alguien que está siendo
testigo de la evolución de buena parte del planeta. Interesa, pues, que este
cronista sea un reportero libre. Y esa es la impresión que da Guillermoprieto,
la de alguien que se limita a registrar sin que nadie le pare los pies. Hasta
el punto que al describir imágines, algunas colmadas de horror, se diría que practica
puro voyeurismo: apenas existen los recursos literarios en su prosa.
El
estilo es tan sobrio como difícil, uno de los puntos fuertes de sus crónicas.
Al leer sus reportajes, uno tiene la impresión de que una crónica no puede ser
nada más que esto: alcanzar al lector como si se estuviera dirigiendo a su
mejor amigo y necesitara informarle con velocidad, pero con paciencia. Su
principal herramienta de trabajo parece ser la memoria, más que el cuaderno de
apuntes. Las definiciones de los personajes están condensadas en muy pocas
palabras –“Evita no era una persona, sino un gesto hecho cuerpo”, dice para
definir a la mujer de Perón-. Las intervenciones de los entrevistados toman
forma de diálogos naturales, integrados en un texto mayor, y sólo se recurre a
ellas cuando no queda más remedio. Y no existen otros juicios morales al margen
de los que el lector pueda extraer de lo narrado, porque, por ejemplo, ¿qué
tipo de juicios morales son necesarios emitir cuando se habla sin veladuras de
los crímenes de Ciudad Juárez o de la matanza de El Mozote?
Leyendo
libros como este Desde el país de nunca
jamás, cabe plantearse si frente al reportaje cualquier otro género
literario no empalidece. O, por utilizar la expresión de Guillermoprieto, no
puede parecernos una disciplina frívola. Y, sin embargo, al mundo sigue
faltándole poesía.
Fuente: Quimera
No hay comentarios:
Publicar un comentario