Ahora renovamos el amor por Estambul y por uno de los protagonistas de la novela de Almárcegui, y lo hacemos de la mejor manera: a través de su testimonio. Cartas desde Estambul es un libro de viajes epistolar. Es decir, es la única forma pura de libro de viajes que existe: cualquier otra sucede después del viaje, incluidos los cuadernos, que nadie publica sin revisiones, aunque solo sea por eludir cualquier contradicción. Pero en las cartas de Wortley, editadas con el mimo que solo ya mantienen dos o tres editoriales en este país, encontraremos un efecto distinto al que estamos acostumbrados. El orientalismo, una maldición desde la obra maestra de Edward Said, es un impulso natural en estas misivas. Las bellas pasiones se intercalan con la imagen y el papel de la mujer. La reivindicación estética con la social, el reconocimiento de los relatos imperfectos de las costumbres del país, con la adopción de las maneras orientales, por el impulso más humano que existe: la curiosidad. Por primera vez, conoceremos algo de los harenes desde la perspectiva de una mujer, sensible tanto a la seda como a la humildad. Un libro epistolar que contiene una extraña poesía.
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