En
busca de Nuncajamás
Josep
M. Colomer
Anagrama
Barcelona,
2025
383
páginas
Este
pesimismo programado que nos inunda parece haber sido diseñado con las mismas fibras
con que se diseñó esa tortura en la que se desnuda al reo, que terminará por declarar
cualquier cosa a cambio de unos calzoncillos. Hay que bajarles las defensas a
la gente para que cante lo que alguien con más poder que uno desea escuchar. Lo
que vendrá a continuación solo puede ser una condena, que uno dará por buena con
tal de salir de la tortura, es decir, del pesimismo. Traducido a un lenguaje de
la calle, uno se puede dar por contento si en el trabajo no le echan a la
calle. El asunto es como se ha ido cocinando todo esto, cuál es la especialidad
gastronómica que se ha impuesto para llegar hasta aquí.
Cuando
llegan estas crónicas de Josep M. Colomer uno las lee confiando en encontrar
algún tipo de respuesta, al menos una parte de los ingredientes y, dado que se le
podría calificar como un testigo político de excepción, parte de la receta. En
busca de Nuncajamás es un resumen vital, porque la vida de Colomer ha
estado enfocada en la política que mira hacia esa vertiente más institucional.
Ahí están sus publicaciones sobre el sentido de la democracia, la transición o
el significado del voto, entre otros asuntos que tienen que ver con la ciencia política.
Comenzará, como se corresponde a cualquier libro de memorias, con la infancia y
los años de formación, siempre teniendo en cuenta la época vivida en la que no
se esconden los años de plomo, e irá recorriendo tanto su trayectoria
profesional, intelectual, como medio planeta, por el que Colomer ha llevado su
trabajo: Europa en los años del cambio tras la caída del muro de Berlín,
Estados Unidos y su contexto, los países con regímenes autárquicos, algunos lugares
que se merecen una mejor inversión en desarrollo.
Sus
diagnósticos quedarán bastante explicados a través de su mirada, la propia de
un profesor que habla a los adultos. En realidad, esas mismas épocas y esos
mismos lugares merecen ser considerados también desde otros puntos de vista, de
los que se suelen encargar cronistas centrados en otros estratos sociales o
incluso los novelistas. Pero no es la intención de Colomer hablar tanto de la
gente y del dolor o el bienestar de la gente, como de los impulsos de gestión y
gobierno, que han sido siempre su especialidad. No se centra tanto en las
consecuencias como en los movimientos y pulsiones políticos que parece, con
frecuencia, no estar pensados para pisar la calle. En ese sentido, el libro
resulta muy revelador y nos satisface al permitirnos enterarnos sobre otros
mecanismos, en los que nosotros podremos ser dientes de una rueda dentada, o
reos de un pesimismo que él nos ayuda a combatir, al desvelarnos los fundamentos
de los juegos de tronos.
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