La noche de la verdad
Albert Camus
Traducción de María
Teresa Gallego Urrutia
Debate
Barcelona, 2021
428 páginas
Ese sentimiento se va
convirtiendo en una obsesión necesaria en la voz de un Albert Camus que
sobrenada el final de la Segunda Guerra Mundial: Francia tiene que
reconstruirse y alguien debe dar voz a una moral que nos impida caer en
cualquiera de las sartenes de Satanás. El Diablo tentó a Jesucristo desde la
colina, ofreciéndole el reino del mundo, porque el reino del mundo le
pertenecía y es ese dominio el que vuelve a ser imprescindible evitar en
tiempos de crisis. Camus intenta ser claro y hablar sin amargura en estos artículos
publicados en la revista Combat entre 1944 y 1947: “Ese esfuerzo, por
último, exige clarividencia y esa pronta vigilancia que nos avisará de que hay
que pensar en el individuo en todas las ocasiones en que regulemos la cuestión
social y de que hay que volver al bien común en todas las ocasiones en que el
individuo requiera nuestra atención”.
Como portavoz del país,
Camus se muestra un periodista que tiene claro dónde está el bien en esta
temporada, en un territorio que es un paisaje después de la batalla y habla
para la gente, para el pueblo. Y para Camus el país no es la élite, es el más
humilde de los ciudadanos y la suma de las almas de los ciudadanos. De ahí ese
tono de alocución, casi de mitin político, con el que va exponiendo sus ideas sobre
la libertad y la muerte, sobre la rebelión y sobre la revolución. Se nos
muestra como un ideólogo de la revuelta que mejorará el mundo, que debe ser
obrera y más bien jacobina –“El orden es el pueblo que consiente”, dirá- en el
sentido en que el jacobinismo propugnaba el sufragio universal y un Estado
fuerte:
“Lo cual equivale a decir que los asuntos de este país deben gestionarlos quienes pagaron y respondieron por él. Lo cual equivale a decir que estamos decididos a suprimir la política para sustituirla por la ética. Eso es lo que llamamos revolución.”
Pensar bien tiene todos
los significados posibles en las frases de Camus: pensar siendo bueno, pensar
para el bien, pensar con inteligencia y pensar sin olvidarse de expresarnos con
claridad: “Basta con que os digáis que a él aportamos todos juntos esa magna
fuerza de los oprimidos que es la solidaridad en el sufrimiento. Es esa fuerza
la que, a su vez, matará la mentira…”.
Es posible que el libro
hubiera ganado en interés, al menos para el lector no especializado, de
habernos ofrecido una selección en lugar de los artículos completos, pues
algunos nos quedan alejados, como si su publicación estuviera destinada a
ciertos historiadores. Pero no dejan de reflejar una época, la más triste, y de
ella vamos viendo cómo surge la vehemencia que implica ganas de vivir y ganas
de pensar para vivir. Puede faltas actualidad en algunos momentos, pero sobra
eternidad en las frases en ocasiones grandilocuentes, en esa búsqueda de lo él
llama verdad una y otra vez, una verdad política, una verdad que afecte a los
movimientos sociales de los hombres y en la que se llegue a un acuerdo unánime.
Son textos candentes que responden a una época en la que las ideologías
totalitarias malearon cualquier sentido ético y confundieron la búsqueda de la libertad
y de la justicia.
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