Todo en su sitio
Oliver Sacks
Traducción de Damiá Alou
Anagrama
Barcelona, 2020
303 páginas
En sus recuerdos
deliciosos estarán todos estos elementos, pero iremos desvelando, poco a poco, algunas
de las facetas humanas que se desplegarán a lo largo de su obra, la científica,
la del médico y la literaria: por ejemplo la motivación como leña con la que
alimentar la hoguera de la sabiduría, y también la voluntad como motor para
hacer crecer al hombre: “Pero la ciencia es toda ella una empresa humana, un
desarrollo humano, orgánico, en evolución, con arranques y paradas repentinas,
y también con extrañas desviaciones. Surge de su pasado pero nunca lo deja
atrás, al igual que nunca dejamos atrás nuestra infancia”.
Desde el humanismo al que
atribuimos esa forma de entender la medicina que la aleja de la alopatía y la
aproxima a la amistad, entramos en el segundo bloque en que se dividen los
ensayos, el dedicado a historias clínicas, a personas concretas. A través de su
experiencia, describiendo síndromes y enfermedades, entramos en un mundo de
sueños y el significado de los sueños, de sucedáneos de muerte y de resurrecciones,
de paradojas en las que se confronta a la filosofía y a la ciencia, de vacíos,
de experiencias con el tiempo, experiencias en las que el tiempo es una materia
dúctil, de exageraciones que rozan lo inverosímil, de dudas, muchas dudas, de
genios en los que la locura y la lucidez se confunden. Los temas constantes de
la obra de Sacks reaparecen con toda su empatía: la identidad y su pérdida o su
atribución, la esencia de lo que somos, la perpetua ignorancia y el
desvelamiento, las versiones de la realidad, y la seducción de la enfermedad, a
través de la cual se puede revelar el mundo, la vida, el universo.
“Pero igual que ocurre con el Everest, también existe una profunda emoción en la exploración científica que pretende probar una hipótesis. La búsqueda de la isla mágica nos demuestra que la ciencia está lejos de ser pura frialdad y cálculo, tal como imagina mucha gente, y que también está impregnada de pasión, ambición y romanticismo”.
Así confiesa que la vida
sigue, que no ha sido capaz de separar ciencia de pasión ni pasión de amor, y
que la capacidad de amar nos distingue de las plantas, aunque sobre las plantas
también se proyecte: como sobre los helechos. Y también sobre los arenques, la
ciencia ficción, los libros (de nuevo) y los jardines.
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