Vida económica de Tomi
Sánchez
Javier Sáez de Ibarra
La Navaja Suiza
Madrid, 2020
413 páginas
Pero el protagonista
flota en ese espectro de no poder elegir lo que va enhebrando la vida. Está
sujeto a unos vaivenes de lo más extraños, una extrañeza en la que él también
participa -basta con comprobar los nombres con que bautiza a sus hijos-. Esa
ruptura del realismo nos despega de un suelo naturalista y nos atrae por estar
asistiendo a la creación de un mundo propio, un lugar que no conocíamos y, por
lo tanto, leer expuesto a las sorpresas. Aunque dichas sorpresas no cesan de
salir al paso, resultan de lo más cercanas: todo se impone desde criterios economicistas,
desde intereses creados, desde los principios de ‘tonto el último’ o ‘sálvese
quien pueda’, desde el lugar común de ‘ese no es mi trabajo’ o ‘yo me limito a
hacer lo que me mandan’. A pesar de ello, a pesar de todos los estorbos que van
surgiendo a cada inhalación, Tomi Sánchez sigue en esa lucha que consiste en no
considerar que la vida propia es un desastre y que, de hecho, la vida propia no
son las circunstancias. Ni siquiera esa con la que comienza el libro, en la que
pierde un brazo, y da pie a un tono narrativo en el que no nos resultarán
extrañas ni siquiera asignaturas como el Sofismo que cursan sus hijos en
educación secundaria.
Las ilusiones algo
románticas del personaje van apareciendo como fantasmas, al antojo de una
estructura temporal compleja y un mundo perecedero, demasiado perecedero y con
demasiada conciencia de perecedero. Lo peor no es que la vida decida por uno,
lo peor es que la vida decide al capricho del momento, sin un plan previo. Y
eso va limando los principios de dignidad que creíamos haber edificado en los
pulmones.
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