martes, 15 de septiembre de 2020

EL SOFISTA NEGRO

 

El sofista negro

Marco Mazzeo

Traducción de Raúl Olivencia

Tercero incluido

2020

142 páginas

 


En una época de pensamiento débil y pistolas demasiado engrasadas, la reivindicación de los filósofos antiguos va cayendo en una necesidad semejante a la de la pastilla de Orfidal para quien no concilia el sueño. Y el sueño es algo muy complicado de conciliar. Hemos leído, por ejemplo, a Boeccio y nos hemos consolado mucho. Hemos encendido la televisión y nos estremecemos no ya de miedo, sino de espanto frente a la subversión amarilla, frente al sensacionalismo por el que se escala a la cima de la infamia. Cualquiera que pretenda mantener el buen juicio recurrirá otra vez a Séneca, a Marco Aurelio o a Lao Tsé. Aunque no conviene mitificar toda forma de pensamiento antiguo. La retórica es el arte de poner en orden dichos pensamientos, y de ir generando nuevos pues la suma de cada concepto, que es una palabra, con otro concepto, las nuevas palabras, va generando, a su vez, conceptos más y más complejos. Es complicado encontrar un pensamiento original, y mucho más defenderlo. La imaginación está enterrada bajo pesadísimos estratos de lugares comunes. En el sofismo no existía esta variedad de pensamiento, es decir, la intención de salirse fuera de lo acordado estaba a la orden del día. Pero el sofismo se caracterizó, según nos recuerda Marco Mazzeo (Roma, 1973) por ser la escuela de los oradores más desacreditados del mundo antiguo.

Y aquí es donde nos damos de bruces con el sofista negro, que no es otro que Muhammad Alí, Clasius Clay, el púgil más famoso de la historia del deporte. Alí poseía un rápido juego de piernas y una pegada como la coz de un caballo, y también una capacidad de resistir los golpes del adversario, que le llevó a ganar tantos títulos como a deteriorarse tantas regiones del cerebro. Y, al mismo tiempo, pretendía azotar tanto a sus rivales como al público con una oratoria que intimidaría si, hoy en día, fuéramos capaces de verla sin el velo de la ingenuidad. La suposición de la que parte este ensayo de Mazzeo es la de que existe un paralelismo vital entre la estrategia pugilística de Alí y la estrategia comunicativa, la oratoria, la retórica cimentada sobre pilares muy básicos. Mazzeo enfrenta ambos territorios como si fueran doctrinas y pudieran ser estudiadas atendiendo a la lingüística y a la filosofía: “es oportuno hablar de ósmosis entre palabra y performance atlético-agresiva, porque la compenetración es tan radical que estas capacidades retórico-performativas solo pueden expresarse en el boxeo: fuera del cuadrilátero, Clay/Alí, no sabe dar ni un paso de baile”.

El ensayo/biografía que es este estudio, funciona como una interpretación de un engranaje completo, en el que acción y dicción son dos caras de una misma moneda. Ese es el mayor atractivo que posee, una innovación en las obras biográficas, una nueva ruta que emprender, la que opta por la divagación, la vía diletante, frente a las habituales verborreas cronológicas.

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