miércoles, 20 de diciembre de 2017

DIARIO DE UN NÓMADA

Diario de un nómada
Miquel Silvestre
Plaza y Janés
Barcelona, 2015
445 páginas

Cuando no se puede ser uno mismo

Comprar
Para muchos, la vida consistiría en procurar sentir el tedio de modo que no duela. Para casi todos, queda el deseo de ser dos reyes a la vez: el que se va y el que se queda. Para la mayoría, vivir en paz consiste en que no le pese demasiado el saber que existe. Para los que saben vivir, vivir aprendiendo, vivir con humildad, está a su alcance el conocimiento de que su voz es aparentemente poca cosa, pero con la suficiente presencia como para rebelarse con las millares de voces y soñar con que el universo es una equivocación en la que existe marcha atrás, que es posible un nuevo orden de las cosas. Basta un verso ilustre para que un poeta se salve, una frase feliz que haga fortuna en la calle y en los campos. Basta la conciencia de que Marco Polo y Fernando Pessoa compartían con uno la totalidad de las sensaciones diarias. No es preciso exigir a la rosa mucho más que su perfume para disponer de su felicidad. Aunque no todos sepan recibir esos regalos y algunos se lancen a una actuación, como si el mundo fuera un teatro. El teatro es una representación del mundo, pero el mundo no es un tablado donde subirse para que la gente aplauda al final de una demostración de superioridad, porque uno sabe el mejor truco de magia o declama los sonetos de Shakespeare, alguno de los cuales no es demasiado gozoso, mejor que los demás.
Si uno se atiene a lo que conoce de él a través de la serie documental Diario de un nómada, y a este libro oportunista, con idéntico título, se da cuenta de que Juan Salvador Gaviota no era un ave que descubriera la pasión por volar; era un ser que había encontrado dentro de su pecho una fórmula teatral para demostrar, o para demostrarse, que se puede ser mejor. Mejor, también, que los demás. De ahí esa destilación del mensaje que comparten estos relatos: si lees mi libro, te cambiará la vida. Si un proyecto literario se limita a ese objetivo, se trata de un proyecto literario muy pequeño. Más aún si este proyecto pretende mostrar miles de kilómetros de mundo, contando todo, con un cierto narcisismo que, a pesar de la contención y los episodios en los que insiste en sus errores, Miquel Silvestre relata con masculinidad. Y con ese principio de pensar que uno ya es leyenda, al menos para un grupo de incondicionales.
Pero estas erratas literarias no caben atribuírselas al autor. Al fin y al cabo, esta Diario de un nómada es, en primer término, un producto comercial. De ahí esa escritura apresurada, que enuncia narrando más bien poco. Esa redacción aprendida en los libros de texto de Fernando Lázaro Carreter, que es válida, pero merecería una nueva revisión, que por premura no pudo tener lugar. De ahí que uno se quede con la impresión, tras su lectura, de no haber leído el viaje. Ese viaje que debería haber reflejado la trastienda de la producción de los documentales que recorren varios países de América Latina: las relaciones con la gente son esporádicas anécdotas para elogiar o para poner hecho un pingajo a cierta persona; la personalidad de los compañeros no termina de estar definida, y sin duda se trata de dos protagonistas de excepción, de dos grandes tipos; se pasa por el Chaco o las plantaciones de soja sin detenerse a denunciar, aunque sea brevemente, la destrucción del bosque chaqueño para implantar el monocultivo transgénico que está exterminando la forma de vida campesina, y provocando la huida a villas miseria, por ejemplo.
Aunque muchas de esas ausencias se deben a que la ruta sigue los pasos de los conquistadores españoles. Miquel Silvestre se identifica con ellos, cree que su aventura responde a una herencia de ese viril y, a su juicio honesto, afán de descubrimiento. Tal vez sea mejor no enfangarse con análisis ideológicos en un tema espinoso. Pero sí conviene no obviar alguno de los supuestos literarios que también pretende seguir. Como por ejemplo sus referentes entre los escritores. Elogia, no sin razón, a Josep Pla. Pero una frase como: “El tipo se encogió de hombros y sonrió como el cerdo más cerdo que había visto nunca”, no parece propia del escritor catalán. Ante una situación semejante, Pla hubiera conseguido que sintiéramos más repugnancia por el individuo que viene a fastidiarnos una noche, sin hacer uso de la palabra repugnancia. Y también está el cotejar su forma de viajar con el alpinismo. Es posible que el lanzarse en moto por una carretera, en solitario, o pretendidamente en solitario, provoque descargas de adrenalina y ácido láctico semejantes a las de los alpinistas. Pero en el alpinismo, al menos en el más puro, no en estas expediciones comerciales al Everest que ya han dejado treinta y seis toneladas de heces humanas en el campo base, no se dispone de un medio mecánico con motor. La carretera es una extensión de la urbe, que un paisaje contradictorio con la felicidad del alpinista. Aunque Miquel Silvestre se sienta más feliz en los caminos que sobre el asfalto, no deja de cabalgar una moto, una invención humana que precisa de gasolina y una suerte de mecanismos que son, también, una extensión de la tecnología más artificial, una herencia de la época industrial. Algo, por otra parte, opuesto a la limpieza del alpinismo que recrea sus pisadas en la roca o el hielo.

Pero este tema es un debate que queda abierto. Existen también alpinistas que adoran arrojarse a la carretera en moto. Tal vez no estaría de más que Miquel Silvestre probara una ruta alpina, una canal que le llevara hasta la cima del Mont Blanc, antes de cotejar su experiencia con la de una actividad que, por desgracia, también ha dado lugar a una variante competitiva e industrial. En cualquier caso, a Diario de un nómada no le hubiera venido mal una revisión, un debate, una paciencia para solventar el libro sin esa premura que el espíritu comercial obliga a que estos productos se queden en una experiencia para incondicionales. Para que haya más literatura, nos atreveríamos a decir, convendría añadir un poco más de poesía. El responsable de que falle este punto que nos atrape no es del todo el autor.

Fuente: La línea del horizonte

No hay comentarios:

Publicar un comentario