lunes, 4 de diciembre de 2017

AUSWITZ

Auswitz
Sybile Steinbacher
Traducción de María Esperanza Romero
Melusina
Santa Cruz de Tenerife, 2016
214 páginas

Ella yace agonizante, junto a la pared. Son los reclusos del comando especial los que la encuentran; su tarea consiste en separar los cadáveres y sacarlos de las cámaras de gas. Se trata de una chica de dieciséis años cubierta de muertos. La llevan a una habitación contigua y la tapan con un abrigo. Nunca había sucedido que alguien hubiera sobrevivido a una operación de gaseado. Durante su recorrido de control un sargento mayor de las SS repara en el grupo. Uno de los reclusos pide que la chica pueda atravesar la puerta y sumarse a otras mujeres del comando de construcción de vías, en cuanto haya recuperado fuerzas. Pero el guardia niega con la cabeza. La pequeña podría irse de la lengua. Hace señas a un compañero para que venga. Éste tampoco vacila. Tiro en la nuca.

Auswitz representa la punta de lanza del mayor genocidio perpetrado en Europa y un punto de cristalización de una política de colonización a sangre y fuego. Mentar su nombre supone transformar el aire inmediato en plomo. A medida que salimos de él volveremos a crear los ríos azules, la brisa, las fresas con nata.
Sybile Steinbacher (Múnich, 1966) vuelve al plomo porque considera imprescindible mantener la memoria. Pero no actúa como el látigo de los dioses ni como el buitre que arranca el ojo al muerto para tragárselo y luego portar el alma que había en esa mirada hacia las alturas. Steinbacher se limita a dar registro, a dar fe, a dar carta de naturaleza a ese episodio para que podamos considerarlo historia. Parte de la historia. Y estudiarlo como tal. De ahí que comience con el análisis geográfico de la región elegida por el ejército alemán para construir el encallado buque de exterminio. Quienes participaron en su creación, pretendía que su trabajo se considerase una fase más de la civilización moderna. Un lugar donde imperara el orden y la producción. Una labor limpia, casi hasta decente. Steinbacher se plantea el libro como una tesis y no deja que los sentimientos se apoderen de ella, más allá de los párrafos que sirven de epígrafe.
Ni siquiera cambia de estilo cuando afronta la descripción de la “solución final” para el problema judío. El funcionamiento de Auswitz era quirúrgico, administrativo, creado sobre unos planos cuadriculados, con la geometría por principio activo. El funcionamiento del exterminio se describe con asepsia, incluso cuando trata acerca de la experimentación con seres humanos. Porque quienes estaban protagonizando el horror habían deshumanizado al sujeto al que practicaban la vivisección.

Pero esa neutralidad no puede conservarse más que en la redacción. Las consecuencias psicológicas para los supervivientes, y los resultados de los juicios y sentencias con que cierra el libro, no precisan de una metáfora para cobrar peso. La impresión que uno tiene es que si existe algo opuesto a la justicia, es el orden. Como si nunca hubiera existido nada más ordenado que Auswitz. A donde nos propone viajar Sybile Steinbacher.

Fuente: Culturamas

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