lunes, 11 de diciembre de 2017

COMO SI MASTICARAS PIEDRAS

Como si masticaras piedras
Sobreviviendo al pasado en Bosnia
W. L. Tochman
Traducción de Katarzyna Olszewska Sonnenberg
Libros del K.O.
Madrid, 2015
157 páginas

Porque necesitamos una lápida donde depositar flores

El ejemplo sencillo al que recurren los psicólogos es devastador, pero puede llegar a ser insuficiente. Para representar los efectos del duelo, recurren a la anécdota del niño que vive en una casa desolada. El abuelo murió la noche anterior de un infarto y hoy toda la familia viste de luto y hasta el azul del cielo parece más oscuro. Pasa el día y el niño no alcanza a ver las lágrimas, dado que los adultos tienden a creer que proteger al niño equivale a no compartir el dolor con él, a esconder lo que no debe ser escondido. Al menos esa es la conclusión a la que llega el niño. Al finalizar el día, la familia vuelve a reunirse a la hora de la cena y una de las sillas, la única que tenía un dueño fijo, el abuelo que apoyaba los riñones en un cojín, está vacía. Es entonces cuando los padres le explican al niño que el abuelo ha muerto, que se ha ido a un sitio muy lejos, a reunirse con otros seres queridos en un campo de amapolas que crecen en el anverso de las nubes. El niño mira extrañado a los padres, porque conoce perfectamente lo que es la muerte. Un año antes, sin ir más lejos, falleció el canario que nunca fue sustituido por otro pájaro y así el salón se quedó con el único ruido de los telediarios. Cuando los padres ya no saben cómo consolar a un niño, que no es consuelo lo que necesita, éste les replica: “Vale, está bien. Lo entiendo perfectamente. Entiendo que el abuelo ha muerto. Lo que no entiendo es que no venga a cenar”.
Wojciech Tochman (Cracovia, 1969), es un periodista polaco que no está dispuesto a dejar a los niños que fuimos sin esa pesadilla que necesitamos conocer: que lo peor de la muerte es que la gente desaparece. Al mismo tiempo, decide que lo peor del genocidio es que también desaparezcan de la memoria del mundo. En este Como si masticaras piedras, viaja a la República Sprska, en Bosnia, varios años después de que tuviera lugar algunas de las matanzas más sangrientas del siglo pasado. Desgarros familiares, crueldad en las violaciones, torturas infernales, regocijo en el asesinato indiscriminado… todo ello deja un rastro en lo supervivientes, alguno de ellos único miembro vivo de toda una familia. Al margen de los terremotos de desolación que será desde entonces cada año vivido como un dardo de fuego en el interior de las almas de estas personas, Tochman presta atención a la necesidad de encontrar un remanso donde si no hay paz, exista al menos la posibilidad de desahogarse llorando. Y para ello necesitan una lápida.

Tochman no sólo relata retazos del terror que expresan los vivos. También acompaña a la doctora forense Ewa Klonowski durante su trabajo desenterrando, limpiando, encajando huesos y luego encargando pruebas de ADN para certificar las identificaciones de los cadáveres. El libro es de una contundencia tan lúcida como desgarradora. Tochman despelleja lo que va a relatar de todo lo innecesario, hasta de su propia presencia. Depura la atrocidad con frases breves, con párrafos cortos, con la clarividencia que da el llegar a una conclusión tras tanto viajar a la desolación. Si con dos palabras basta para decir de qué calidad inhumana es un duelo, un odio, una locura, un asesinato, no buscará la tercera para decir nada más. Como si masticaras piedras es un libro de viajes demoledor hasta el escándalo: porque nos recuerda lo que hemos olvidado y nos hace sentir salvajes en ese olvido. Por esa razón debemos leerlo.

Fuente: La línea del horizonte

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