Sabiendo que es casi imposible repetir la magnética sensación de un gran viaje, Lawrence Osborne se empeña en llegar a la última frontera: los Kombai de Papúa. Por el camino se detiene en Dubai, Calcuta, Bangkok o Bali, en un delicioso libro escrito con la memoria destilada.
En el último libro de Paul Theroux, El último tren a la zona verde, se dedican cuarenta páginas, las últimas, a una especie de epifanía: la transformación, la revelación del viajero que de repente entiende que ya ha viajado. Lo complicado, sobre todo en el caso de Theroux, es comprender eso por encima del condicionamiento. Al fin y al cabo, sus viajes y sus libros de viajes han sido su vida, su pasión, su alegría. Durante esas páginas, da cuenta de una rendición, y a los setenta y cinco años se repite a sí mismo que tiene que haber otras vidas, otras pasiones, otras alegrías. Tal vez sean las páginas más interesantes de la obra de Theroux.
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