domingo, 29 de octubre de 2017

SOBRE EL AMOR Y LA MUERTE

Sobre el amor y la muerte
Patrick Süskind
Traducción de Miguel Sáenz
Seix Barral
Barcelona, 2006
69 páginas


El triunfo de Orfeo

En una prodigiosa interpretación del mito de Orfeo, Patrick Süskind rinde cuentas ideológicas acerca del verdadero amor. Espero no estropearle a nadie la lectura de este dulce ensayo al iniciar la reseña comentando el final (si bien no me dispongo a resumirlo), donde se encuentra lo mejor del parecer del escritor germano. Recurriendo a la comparación, una de las más socorridas y mejores estrategias de análisis, contrapone en qué consistía el amor de Orfeo, y que dio lugar a su triunfo y su fracaso, de una pureza muy superior al episodio bíblico cotejado. Y es que éste episodio es el referido a la resurrección de Lázaro, donde Cristo se muestra como un individuo cuyas “manifestaciones están salpicadas de órdenes, amenazas y el reiterante y apodíctico “pero yo os digo”. Así hablan en todos los tiempos los que no aman ni quieren salvar a un solo hombre, sino a toda la Humanidad”. Por el contrario, “la historia de Orfeo nos conmueve hasta hoy porque es la historia de un fracaso. Falló el maravilloso intento de reconciliar los dos poderes de la existencia humana, el amor y la muerte”. Para quien desconozca el mito de Orfeo, cabe mencionar que fue a través de la música, es decir, de la belleza, como consiguió rescatar a Eurídice del reino de los muertos, y que algo que podría interpretarse como vanidad fue lo que provocó un gesto suyo que la devolvió al mundo subterráneo. Sin duda, Süskind toma partido por esta versión del amor de entre todas las que va apuntando, pues el personaje de Orfeo lucha por devolver vida, en tanto que las versiones más románticas del amor, las pasionales, terminan con un suicidio tópico y vacuo, con una muerte voluntaria que no aporta nada a nadie.
Como ya se habrá adivinado, el término amor que utiliza Süskind se refiere tan solo al de contenido erótico. La verdad es que cualquier otra acepción se ha desgastado de tanto utilizarla, y en este caso se utiliza por no encontrar un término que acote mejor el sentido del ensayo. De hecho, en algún momento de la lectura se puede llegar a pensar que resulta una reflexión un tanto anacrónica. Eso sucede en tanto que Süskind menciona a Sócrates, a Stendhal, al Wilde que escribió Salomé, a Novalis, a Goethe, a Wagner, además de algún verso del libreto de La flauta mágica, e incluso, sin saber muy bien cómo, encuentra motivos para mencionar a Baudelaire. A todos ellos los interpreta como buen lector; y como buen habitante del planeta Tierra, también interpreta actos como la última pasión homoerótica de un envejecido Thomas Mann cuyo sexo apenas tiene nada que decir, o la cobardía de un Kleist autocompasivo que se sabe incapaz de suicidarse en solitario. A los episodios históricos añade alguna anécdota de lo cotidiano, de esas de las que uno es espectador inevitable y a las que conviene recibir con el sentido del humor bien engrasado, como hace Süskind.
Partiendo de ese abono, y de calificativos convencionales aplicados al término amor -a saber: importante, misterioso y personal-, sin andar con rodeos a la hora de afrontar su vertiente platónica, sin eludir los tópicos que lo vinculan a experiencias de índole religiosa –de ahí la terminología con que se expresa la gente cuando se refiere al amor- o el lugar común según el cual el auténtico amor se encuentra más cómodo en el campo de lo apolíneo, de la belleza; sin dejar de considerar como atontados a los que practican el amor adolescente (en el sentido más peyorativo del término), reconociendo que el campo de reflexión es el instinto erótico, Süskind no llega a ninguna conclusión nueva, dado que nueva no es la magnífica enseñanza que nos legó el mito de Orfeo, esa que fusiona el amor verdadero con la aceptación de la muerte. Esa que está muy bien recordar de vez en cuando.


Fuente: Tribuna/Culturas

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