Sin más amigos que las
montañas
Behrouz Boochani
Traducción de Juan-Fco.
Silvente
Rayo Verde
Barcelona, 2020
378 páginas
Vivir merece la pena, o
no. Boochani no se decanta ni pretende estar en el debate. Donde cualquier otro
se hubiera dejado tentar por un existencialismo duro, él prefiere entregarse a
un lirismo tan magnético como sucio. No podemos enamorarnos de los personajes,
no podemos enamorarnos de la memoria, pero sí de esa capacidad de permitir que
le atraviesen siglos de poesía y que es el abono con el que hace crecer la
acción. No basta con ser consciente de que uno tiene algo serio que decir, algo
contundente que denunciar. Hay que estar a la altura del respeto y de la
inteligencia, hay que ser un ente sensible mientras uno se enfrasca en la
observación, pero también mientras uno escribe. Al fin y al cabo, al otro lado
del texto habrá un lector que quieres que conozca lo que se siente, pero que sin
pretender que lo sufra. La devastación y la enunciación de la devastación
pertenecen a un terreno personal, y ahí conviene que dejen su residencia. La
literatura permite entregar muchas de sus facetas, siempre y cuando el lector
sea, a su vez, un lector entregado. Boochani consigue embaucarnos para que lo
seamos: acude al núcleo de nuestra empatía y de nuestra compasión. Y no solo nos
advierte de las consecuencias en los demás de lo que hemos creado, pues también
nos pone en guardia sobre los riesgos de la oscuridad, de las regiones en las
que la deshumanización caló, de las prisiones que liquidarían los cuerpos y la
moral de las buenas personas. Entre la miseria, Boochani encuentra momentos lucidísimos
en los que reclamar la idea de que la bonhomía y la libertad son dos caras de
una misma moneda, y que en ambas caras se ha grabado el mismo rostro, el
nuestro, el de nuestro prójimo.
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