lunes, 1 de enero de 2024

EL RELÁMPAGO

 

El relámpago

Hayashi Fumiko

Traducción de Ana Megumi Pías Suzuki

Satori

Gijón, 2023

250 páginas

 



Es inevitable recordar, durante la lectura de este libro, películas como Cuentos de Tokio, de Yasujirō Ozu, porque consigue hacernos llegar una buena impresión de la vida en una tierra extraña, en un tiempo extraño. Una vida que nos resulta un tanto irreal, pero que sabemos cierta, que sabemos que existe. Así pues, El relámpago, como toda la obra de Hayashi Fumiko (Tokio, 1903- 1951) nos amplia horizontes, nos ayuda a darnos cuenta de que el mundo es mucho más amplio que este pequeño microcosmos en el que lo que lo que más nos importa es que no nos pisen. Fumiko nos muestra la sencillez de las costumbres, la sinceridad de una existencia en la que los vínculos de afecto son la mayor construcción creativa. Las relaciones entre personajes navegan en un planeta que ella conoce a la perfección, que recrea para que se desplieguen con naturalidad. Sí, estamos hablando de naturalismo, de esa literatura en la que la observación es el estudio de lo humano para transcribir, a continuación y lo más fielmente posible, lo que nos está sucediendo. Será el ambiente, generado por las condiciones familiares, lo que dé lugar al conflicto de escala humana sobre el que se genera la obra.

La historia es muy sencilla: tres hermanas y un hermano, hijos cada uno de un padre distinto, se encuentran en mitad de su viaje para salir adelante, y esto incluye la pretensión de casar a la más pequeña de ellas, marcada por el defecto de un labio leporino, con un panadero quince años mayor que ella. A partir de ahí comprobamos que la soledad, también la soledad rodeada de otros cuerpos, o la infelicidad van imponiéndose como condiciones sociales. En este caso, esa condición se ve acentuada por el hecho de ser mujeres las protagonistas o, para ser más precisos, por el hecho de que la narración nos llega desde el punto de vista de la mujer japonesa. La tradición, el sistema de patriarcado propio del país en los años treinta, subrayan la incapacidad de entenderse con los hombres. Hasta tal punto que sentimos que nuestras protagonistas pueden no ser huérfanas, pero se hallan tan a la intemperie como si sus padres hubieran fallecido siendo ellas niñas.

Llama la atención el personaje de la hermana con labio leporino, Kiyoko, que siente que su capacidad de amar también debe tener algún defecto, y así siente una pequeña dosis de autocompasión, que demuestra rechazar, porque odia que los demás se compadezcan de ella. La pretensión de matrimonio va saltando del frente del relato a la trastienda, mientras atendemos a la vida de la familia empeñada en sacar adelante unos proyectos vitales pequeños, sencillos, por momentos ingenuos. Mientras vamos conociendo poco a poco cómo se desarrolla su existencia, nos vamos dando cuenta de que la vida bien puede ser una estafa, porque nada sucede como debería para quienes se supone que han actuado siguiendo huellas seguras. Las desavenencias pueden ser minúsculas a escala planetaria, pero son significativas en las modificaciones del entorno de cada personaje, y afectan. La intención de Fumiko es mostrar el potencial que tiene la vida lo más puramente posible, de ahí ese estilo en el que es casi imposible encontrar un tropo: la realidad no tiene disfraces, es lo que atañe a la gente corriente y por tanto combustible para la compasión y el cariño, también para los recelos, y marcará el conflicto en el sendero hacia la identidad, definirá el grado de libertad y cómo definamos la felicidad, esa meta que estará siempre cambiando.


Fuente: Zenda

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