domingo, 7 de enero de 2024

FICCIONARIO

 

Ficcionario

Ricardo Silva Romero

La Navaja Suiza

Madrid, 2023

374 páginas


 


En la segunda acepción de magia, el diccionario de la Real Academia se contempla esta definición: Encanto, hechizo o atractivo de alguien o algo. Podemos desconocer a qué se debe ese encanto, ese hechizo o por qué nos atrae, pero sí reconocemos la emoción. En realidad, no sería magia si consiguiéramos explicar las razones por las que sentimos el magnetismo. Y cuando este llega a suponer una pasión, no querremos desvelarlas, aun pudiendo. Pero del estudio del amor, de los recursos que nos han llevado a emocionarnos, pueden surgir ensayos que contendrán, a su vez, magia, como en este Ficcionario, de Ricardo Silva Romero (Bogotá, 1975), donde se nos intenta revelar el sentido de la narración, por qué la queremos tanto, venga en formato audiovisual o escrito.

«Y las novelas buenas —dijo Chesterton— nos dijeron las verdades sobre sus héroes y nos sugirieron los misterios de sus autores. Y se dedicaron a hacerse preguntas sin respuesta». Las respuestas que nos ofrece Silva Romero entran de lleno en lo personal, aunque se refiera constantemente a lo técnico y a lo táctico en los análisis. Nos habla de un conocimiento que facilita herramientas de estudio, pero siempre deja la puerta abierta al encanto y al hechizo: «Y es en ese pulso entre su persona y su personaje, en ese pulso entre su rol de la vida y su rol del drama en cuestión, un pie en la realidad y un pie en la ficción, en donde está el juego y está el arte. De lo contrario es locura».

Hay una tierra de nadie, desde la que surge la magia, y que Silva Romero defiende más como una ideología que como una ciencia. Pero el estudio tiene que ser necesariamente científico y se nos entrega en pequeños capítulos destinados a distintas partes: el clímax, el tema, la actuación, el subtexto, etc. Silva Romero es partidario del drama, porque entiende que eso significa intensidad y que vivir no tiene sentido si no se hace con intensidad. Para incrementar ésta sin hacernos daño, tenemos siempre a mano el recurso a la narración. Para Silva Romero el espectador de cine, o el lector, debe tener una implicación activa. En su caso, dada su formación, esta atañe mucho, hablando del cine, a los guiones, que es, junto a la aportación que hacen los actores, donde encuentra una faceta más creativa. La creación y sus aportaciones se verificará a través de la humanidad, de la variedad y de la riqueza con que nos llegue, con que la sintamos: «Todas las artes son artes temporales y se dedican al suspenso en cuerpo y alma». Vuelve, una y otra vez, con un ímpetu que nos recuerda a Borges, a estudiar los recursos con que se representa la realidad y se nos aleja de la realidad al mismo tiempo. Esa realidad que para él es el sitio donde uno tiene hambre y cuentas por pagar y ganas de morirse. Nadie siente la tentación de la muerte en una sala de cine, ni tampoco leyendo a Dostoievski. Nos interesará la trama y nos interesarán los seres que se mueven dentro de un mundo creado a través de la trama, y nos interesará la idea basal sobre la que se asienta el relato. Todo ello divulgado con un estilo delicioso, propio de alguien que no cree en géneros, que se aplicaría a la escritura de cualquier obra con esta misma entrega, porque la otra magia en la que sí tiene fe es en la de la escritura.

«Discutir la realidad es un arte y un juego de palabras y un ocio —y es, sin lugar a dudas, una tentación que persigue al libro que usted tiene en sus manos—», nos confesará al inicio. Y no nos va a decepcionar.

 

 Fuente: Zenda

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