lunes, 23 de julio de 2018

CARTA DESDE ZACATRAZ


Carta desde Zacatraz
Roberto Valencia
Libros del K.O.
Madrid, 2018
381 páginas

Esta es una crónica que no se lee como una novela. Se lee como lo que pretende ser: un manifiesto acerca de la dificultad de distinguir qué parte de víctima hay en un victimario. Es un trabajo periodístico en el que el autor no intenta mantenerse objetivo, porque hay vidas en juego, porque frente a la pobreza y las consecuencias de la pobreza, si uno se mantiene objetivo es un psicópata. Roberto Valencia (Euskadi, 1976) es un periodista afincado en El Salvador desde hace casi dos décadas, y allí ha llevado a cabo este proyecto, que le ha supuesto años de trabajo y una constancia loable, que le da unidad al relato y potencia a la narración. El libro comienza ubicándonos en el lugar y el tiempo, en el momento en que Estados Unidos decide deportar a docenas de miles de salvadoreños a su país, uno de los más pobres y pequeños del mundo. El nacimiento de los Mara, los grupos de delincuentes que se adueñan de un trozo de ciudad con mucha violencia, es una consecuencia de lo que sufre el país, que viene de padecer el enfrentamiento entre el ejército y guerrillas como el Frente Nacional de Liberación Farabundo Martí. Y de ver cómo uno de sus escasos héroes de la paz, Monseñor Óscar Romero, ha sido asesinado.
En este mundo de pandilleros adolescentes, que nada tiene que ver con lo que hemos visto en el cine, destaca un muchacho menos de edad, de apodo Directo, a quien sigue la pista Roberto Valencia. A él y a todos los que rodearon sus pocos años de existencia: familia, abogados, jueces, fiscales, guardias de prisión, pandilleros rivales, amantes… Mientras intenta exponer las leyes de los Mara, como el psicólogo que trata de indagar en la forma de pensamiento lógica de un esquizofrénico, se denuncia la adrenalina que embriaga a los que suman cadáveres. Sea por guerras territoriales o por venganzas, que pueden venir también desde la administración, las muertes se igualan en cuanto al llanto de los que se quedan a este lado de la tumba. Valencia hace un extraordinario trabajo a la hora de presentarnos su intento de diagnóstico y los sucesos que se agolpan a una velocidad increíble en la vida de alguien tan joven: fugas, detenciones, rezos, condiciones carcelarias, embarazos, mentiras de los medios de comunicación que suman lo macabro a la manipulación, y toda suerte de voceros que pretenden demonizar al demonio. Porque Directo es un demonio, pero es víctima, porque su locura no es un defecto mutante.
El final de su vida sucederá en la cárcel de máxima seguridad de El Salvador, conocida como Zacatraz, donde sobrevive por los pelos a trifulcas en las que no existe el amigo. En un país donde la vida no vale nada, esta se suma a los números negativos si se nace mujer o se da con los huesos en la cárcel. Hay un momento de esperanza, durante una terapia de rehabilitación en Costa Rica, que sirve para recordarnos que es posible la libertad y que es imposible la integración. Si además el gobierno aprueba leyes de mano dura, alguien como Directo sabrá que su paso por la Tierra será fugaz y que apenas habrá merecido la pena. Este es el tipo de historias que a fecha de hoy sigue mereciendo la pena ser contadas. Son las nuevas leyendas y son las denuncias, porque el libro no deja de ser una denuncia sobre la corrupción en centros penales, aunque se trate de leyendas que nos ponen los pelos como alambres. Y Roberto Valencia sabe muy bien cómo debe contarse una crónica de casi cuatrocientas páginas sin perder la tensión en ningún momento. Un gran trabajo. Sin duda.

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