miércoles, 22 de octubre de 2025

LOS ALADOS

 

Los alados

Elisabet Riera

Siruela

Madrid, 2025

222 páginas


 


En este ensayo, precioso hasta generar mucha ilusión en el lector, Elisabet Riera (Barcelona, 1973) se plantea girar alrededor de los nexos que unen a la espiritualidad con la poesía. Por momentos, podemos llegar a pensar que se trata esencialmente de lo mismo. Pero para decantar esta idea, se atravesarán bosques que beben de los diccionarios de símbolos, de las mitologías que cobraron vida en casi todos los lugares del planeta, de las religiones y de la ciencia. Se trata de enfrentarse a las verdades, porque existen apellidos diversos para la palabra verdad y esto es lo que nos enriquece: que la verdad no es lo mismo que la certeza, que pueden convivir la verdad poética con la verdad científica, que la diversidad mantiene abierto el diálogo y el aprendizaje. Y de esta esencia, que no cesa de saltar por el libro en cada párrafo, nos habla Riera con mucho cuidado, con mucha delicadeza. De hecho, uno no puede sino terminar por preguntarse cómo puede ser malo un mundo en el que se ha creado todo a lo que aquí se canta: el arte, la lírica y la épica, la narración y, por encima de todo, ese concepto abstracto que tan ligado tenemos a ese elemento concreto que son las alas y que conocemos como libertad.

Hay una figura mitológica a la que recurre Riera con frecuencia, la del adivino ciego Tiresias, que ayuda a la autora a elaborar la confección de este texto, por el que sobrevuela, también, la libertad. Da la sensación de que el plan previo es el de ir arrojando piedras al estanque para comprobar cómo las ondas que produce la última afectan a las que ya navegan por la superficie del agua. Es decir, Riera escribe con mucha libertad, la que le permite ir asociando ideas. Pero para tener en la caja de la memoria todas estas ideas uno debe haber estudiado mucho, haberse preocupado mucho y haber destilado mucho todo aquello por lo que se ha preocupado. Y luego intentar poner en orden un trabajo en el que para hablar de lo humano se recurre a lo divino: «De todo lo que pertenece al cuerpo, son las alas lo que más participa de la divinidad». El ave Fénix, Cupido, los ángeles, las ocas sagradas, los habitantes de los bestiarios, todo lo que afecta a la realidad y a la imaginación, toda creación y todo análisis afectarán a las posibles idas y vueltas que enriquecen este texto. Dentro del texto, efectivamente, no se renunciará a la presencia de las alas que no son físicas, porque Riera sabe que eso que se conoce como alma también necesita alas, necesita libertad: Hacer alma, decía Jung, es la única forma de salvarnos. Y este ensayo nos muestra cómo nutrirnos para ir haciendo alma. De hecho, mostrarnos lo que hemos creado, sin que deteriore nuestro medio ambiente, es una invitación a seguir creando, con respeto, para ir haciendo alma.

Una de las cualidades propias del ser humano, la que tal vez sustituya a las alas de las aves, es la imaginación. Para que esta practique aquello que le es propio, el vuelo, conviene haber llenado de combustible del conocimiento los depósitos. Lo que une a la imaginación y al conocimiento somos nosotros, esa parte artística, o poética o, por qué no, espiritual que nos es propia. Podríamos hablar de un sexto sentido, el que posee Tiresias, que nos demuestra que podemos viajar más allá de los cinco que conocemos. Pero no se trata solo de Tiresias, sino también del creador de Tiresias, que fue un ser humano, alguien con una capacidad sin limites para echar a volar la imaginación y narrar. Hoy Elisabet Riera nos recuerda la importancia de esa estirpe de creadores, y nos lo recuerda de la forma en que mejor cala nada en nuestro imaginario: con la alegría de la belleza.


Fuente: Zenda

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