La
puerta de la felicidad
Luis
Noriega
Comba
Barcelona,
2025
199
páginas
Lo
más importante, lo más difícil, en el cuento, es conseguir mantener el interés
que este suscita en la primera línea. Eso quiere decir que el autor debe, en
primer lugar, escribir una primera frase enérgica, pero que no aturda. Si
aturde, nos veremos obligados a exigir un poco de relajación posterior. Y la
relajación no es propia del cuento, dado que en este género se impone la concisión.
No es un género tan fácil, por mucho que la extensión, más breve que en la
novela, así lo haga suponer. Lo sabía Borges, cuyo insólito interior se
adaptaba a este tipo de brevedad que impone que el autor tiene que ceñirse al
asunto, evitar digresiones innecesarias. Y lo sabe Luis Noriega (Cali,
Colombia, 1972) que en esta entrega, La puerta de la felicidad,
demuestra que el cuento también es lo suyo.
En
el mundo interior que aquí saca a la luz Noriega, se apunta a la fantasía dentro
de la realidad, a posibles alteridades del mundo, de modo que nos hará
cuestionar nuestras certezas. No importa si reinterpreta la leyenda del sacrificio
de Isaac, haciéndonos ver que bien pudo tratarse de un caso de esquizofrenia
paranoide, o nos acerca a algo mucho más próximo y más cotidiano, como puede
tratarse de una situación absurda que tiene lugar dentro de una pareja tras
heredar el número de teléfono de un restaurante. A lo largo de los relatos,
Noriega va demostrando que posee un número suficiente de recursos para
conseguir intensidad y concentración narrativa. A veces se aproxima al terror,
siempre tirando de una imaginación que no deja de sorprender, y en otras ocasiones
el terror es una deducción propia del lector, como en la intranquilidad que
genera no saber qué sucede entres los nativos de la tierra que todavía no ha
sucumbido a una colonización bélica.
Dado
que el cuento se caracteriza por el espacio corto, no quedará más remedio que
sugerir. Ese es un recurso que bien llevado provocará un magnetismo que hará
irresistible la lectura de los textos. Noriega lo sabe cuando apunta a
resultados inauditos en un juego que lleva a dos amigos a crear una máquina de
cambios de identidad o cuando uno gesta un conflicto, que no tenía por qué
existir, con un maestro. La inquietud puede incrementarse cuando glosa la vida
virtual, que va cobrando, peligrosamente, demasiados visos de realidad, pues
sustituye a la propia realidad al alterar con idéntica intensidad que ésta las
emociones, o al referirse, en el cuento que da título al libro, a cómo podemos
utilizar el fetichismo para colgar, fuera de nosotros, algo que es lo más
normal: que la vida es búsqueda. Estamos frente a un cuentista que tiene bien
asumidos los parámetros del género y que, además, tiene algo tan importante
como es un mundo interior en el que navegan temas que nos afectan muy de cerca.
La puerta de la felicidad es uno de los mejores libros de cuentos de
este año.
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