miércoles, 9 de octubre de 2019

LAMENTO LO OCURRIDO

Lamento lo ocurrido
Richard Ford
Traducción de Damián Alou
Anagrama
Barcelona, 2019
272 páginas


Inés Martín Rodrigo



 / ABC

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Cuenta John Banville (Wexford, Irlanda, 1945), amigo con derecho a roce literario de Richard Ford (Jackson, Misisipi, EE.UU., 1944), que las novelas que escribe como Benjamin Black, su alter ego negro, son un puro entretenimiento, una suerte de entrenamiento que le mantiene en forma para cuando llega la literatura seria, esas maravillosas novelas que firma con su verdadero nombre. Y algo parecido, si no lo mismo, le sucede al escritor estadounidense, con el que el irlandés comparte palmarés en los premios Princesa de Asturias de las Letras, a la hora de abordar ese mal llamado por algunos género menor que (no) son los cuentos. Sólo que la prosa de ambos es tan asombrosa, tan increíblemente precisa y preciosa, que hasta cuando se esfuerzan poco, o no tanto como cuando se entregan a una obra maestra, les sale un libro redondo.
El último ejemplo de las dotes literarias en este caso de Ford es «Lamento lo ocurrido», el regalo que ha querido hacer, en forma de primicia mundial (sólo se ha publicado en español) a su editor de cabecera en el mercado hispano, Jorge Herralde, con el que mantiene una estrecha amistad, para celebrar el medio siglo de la editorial Anagrama.

Cruzar el charco

El bueno de Ford, poco dado a los tumultos propios de las multitudes, no dudó en cruzarse el charco, en un viaje relámpago, para soplar las 50 velas junto con toda la pléyade de autores a los que Herralde convirtió en clásicos. Y hasta sacó tiempo para presentar el «librito» y dejar perlas como que parece «muy aburrido, pero no lo es». Ya lo creo que no. Si su objetivo, como reconoció, era tratar de encontrar «un subtexto de la vida americana estándar», puede estar satisfecho con el trabajo hecho. Cada uno de los relatos que componen «Lamento lo ocurrido» -nunca hubo título tan poco profético, dado el gozo lector experimentado-, desde esa maravillosa apertura que es «Nada que declarar», hasta el cierre, en todo lo alto -si el arranque, en un libro de relatos, es primordial, el punto final es más definitorio que en una novela-, de «Perder los papeles», es un tratado de cómo en la literatura, igual que en el día a día, lo extraordinario es lo cotidiano y los papeles (en este caso, irlandeses) principales son, en realidad, los secundarios.



Ay, el azar, cada palabra escogida, cada decisión tomada. No es baladí, y Ford lo sabe, igual que Paul Auster, con el que comparte mucho más de lo que ambos creen. En este «subtexto» tampoco falta la dosis de conciencia sobre la realidad de un país, EE.UU., que hoy es más pesadilla que sueño. Aunque todo venga de lejos, como se refleja en «Feliz», de todos los relatos, mi preferido: «Había que admitir que experimentaba cierta sensación de ser alguien que tan solo pasaba por allí. Pero aquello eran los Estados Unidos. Todo el mundo pasaba por allí. Tenía la impresión de que allí nadie se implicaba realmente en nada». Y, prepárense, porque se avecina nueva novela sobre Frank Bascombe.


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