lunes, 20 de mayo de 2019

EDEN CITY


Eden City
Jaim Royo
Ediciones del Viento
A Coruña, 2019
175 páginas

El jardín del Edén es una metáfora. Es una ilusión. De seguir existiendo, se habría transformado en una mala praxis por parte de los humanos, demasiado dueños del territorio. Seguramente ya habría dejado de ser un jardín, habría dejado de ser naturaleza, y estaría en poder de promotores y otros industriales, que explotarían la ciudad para lucrarse. Y, mientras tanto, el resto del planeta se dirigiría hacia un apocalipsis fragmentado. La suma de muertes por culpa de la guerra religiosa, o cultural o fanática, a la que se suman los desastres naturales, no supone un gran avance en las posibilidades de una vida con más belleza.
El mundo se va al garete mientras Humphrey Bogart e Ingrid Bergman toman champán en el centro de París. La ciudad es un caos donde nos hemos creído que la neurosis es una forma natural de ordenar lo humano, eso que llamamos civilización, todo lo que no procede directamente de la naturaleza. Más allá de la frontera de la ciudad, reina el miedo. Las noticias son un escándalo para ese sustrato de temores que cultivamos y que nos sirve para refugiarnos en nuestras conchas.
Así es como se va desarrollando esta novela, Edén City, en forma de poliedro y con un ritmo de acción en el que no se nos permite una frase de descanso. La impresión que se nos revela apunta a un tono más bien ligero, tal vez irónico. Pero la esencia es demasiado seria: terrorismo, terremotos y la tiranía de las grandes compañías. Aunque tal vez lo más interesante surja cuando se nos habla de lo más inmediato, de lo que reconocemos como nuestro: una extraña historia de vínculos, que no nos atrevemos a llamar amor aunque deseamos que así sea, entre los dos personajes protagonistas, seres con nombres extrañísimos, producto de ese derroche de imaginación que es la mente de Jaim Royo (Madrid, 1971). Una imaginación puesta al servicio de un retrato de una época, la nuestra, hoy, sobre la que ignoramos demasiadas cosas, es posible que todo. Por eso al terminar de leer la obra quedan esas preguntas de siempre, cuestiones sobre las que han fallado tantas y tantas respuestas.

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