miércoles, 3 de octubre de 2018

VIVIR CON ALTA SENSIBILIDAD


Vivir con alta sensibilidad
Entre el talento y la fragilidad
Antje Sabine Naegeli
Traducción de María Luisa Vea Solano
Herder
2018
190 páginas

La costumbre de mirar a los libros científicos como algo espeso, es garantía de supervivencia para el autor entre las élites de pensadores. La dificultad parece ser un valor añadido. La sencillez los transforma, a ojos del márquetin social, en libros de autoayuda. Aunque éste se base en investigaciones serias y lo que diga sea algo nuevo, algo que hasta la fecha podíamos intuir por partes, pero no completar el puzle. Este Vivir con alta sensibilidad pertenece a la estirpe de los libros serios que corren el peligro de catalogarse donde no pertenecen. La mayor parte de la gente cree que lo que ellos sienten es lo máximo que uno puede sentir, que ellos son muy sensibles, que sus afecciones narcisistas, su susceptibilidad, significa que son hipersensibles. La mayoría de la gente se equivoca. Tal vez al leer este libro se sientan falsamente identificados. Esta es una obra destinada a decirle a unos pocos que no están solos y que alguien les entiende. Para los demás, debería ser un texto en el que aprendieran a entender a esos pocos. Porque las personas altamente sensibles lo que necesitan es que les comprendan. Para el apoyo, el abrazo, el cariño, suele ser un poco tarde.
La gestación de la hipersensibilidad sugiere la hipótesis del libro, está en una infancia en la que el niño careció de apoyo seguro. Los padres no prestaron atención al hijo, calificaron sus sentimientos de cosas de críos y le dijeron que ya se les pasaría la bobada. Y el niño, abandonado a su suerte, crea sus propios sentimientos. Crear es uno de los conceptos claves que se manejan en el ensayo. La gente con alta sensibilidad es creativa y debe encontrar su manera de expresarse: la pintura, la música, la literatura, el cómic, el cine… Añadir a su vida lo que pueda compensar que sufrió desde que estaba en el vientre de la madre, algo por lo que merezca la pena salir adelante. El acoso, en nuestra sociedad, es constante. Hay que tener en cuenta que nos educan para ser competitivos, no solidarios. Nuestro propio sistema educativo habla de competencias, no de valores humanos. Y los niños con alta sensibilidad son los más vulnerables en la jungla social.
Entre las propuestas para aprender a valerse por sí mismos, está la de aprender a escuchar el cuerpo, conectarse a él, cuidarlo. Trabajar, también, siendo adulto con el niño que fue, repetirle que no era tan horrible como le hicieron creer, ni por fuera ni por dentro. Buscar gente con la que mantener conversaciones profundas ayudará a conocerse a uno mismo, a saber qué se exige a sí mismo el hipersensible y darse cuenta del ritmo altísimo de perfección, innecesario, que pretende practicar. Se trata de gente con problemas para manejar los sentimientos, que siente mucha ansiedad frente a las injusticias, incluidas las que padecieron y que tratan de negar para centrarse en la de los demás, cuando deberían ser también compasivos consigo mismos: padecer con los otros es un don, reírse cuando ellos ríen y llorar cuando ellos lloran. Pero también lo es padecer con uno mismo: permitirse reír y llorar las hazañas cotidianas propias y los abusos en la propia carne.
El riesgo que corre la gente con alta sensibilidad es el del agotamiento mental. Están constantemente reviviendo su último desconsuelo, les supone mucho tiempo deshacerse de él, volver a estabilizarse. De esta manera, no solo se gesta el miedo, sino también las fantasías sobre el miedo. Deberían aprender a convivir con las dos formas de soledad: la que supone el retiro, que es una zona de confort, y a la que les arroja la huida ante el exceso de angustia, la ansiedad que viven lejos de los demás que, imaginan, al igual que sus padres jamás comprenderán su forma de sentir, de intuir, de padecer el mundo, sobreexcitado de estímulos agresivos. Por eso es tan importante saber que no están solos, y que los demás entiendan que no pertenecen a este grupo, porque no es la élite de la sensibilidad, no se trata de algo que nos pueda hacer mejores personas. Se trata, aquí, como una enfermedad irrenunciable, con la que unos pocos deben aprender a vivir. El libro ofrece buenas pistas para ponerse a la tarea.

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