El
comandante yanqui
David
Grann
Traducción
de Sandra Caula
Big
Sur
Barcelona,
2025
117
páginas
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quedaron los sueños de revolución, que ahora leemos como trazas de la historia
cuando hablamos de Espartaco o la toma del Palacio de Invierno. Ahora lo más
rebelde que a la mayoría de la gente se le ocurre hacer es retrasar la hora de
acostarse para ver un capítulo más de alguna serie de moda. Llevar la contraria
se reduce a ir a trabajar con sueño. Aunque también están los escaparates de
las tiendas, donde de vez en cuando encontramos alguna ropa que nos recuerda a
los movimientos antisistema de los años sesenta, setenta y ochenta, desde los
hippies hasta el punk. Es posible que el último gran sueño frustrado de muchas
generaciones fuera el que se fraguó en la sierra de Cuba, y que todavía, hoy en
día, resulta controvertido, polémico, triste. Nadie ha sabido dar respuesta a
cómo ha de venir la verdadera revolución. Pero en esos años, la euforia era una
marejada que hacía latir fuerte los corazones de los insurgentes, convencidos
de estar montando un mundo mejor. Entre ellos se encontraba William Alexander
Morgan, un estadounidense con una increíble personalidad: mitómano, primario,
inconsciente, tal vez algo loco, o al menos eso es lo que nos intenta hacer
llegar David Grann (Nueva York, 1967) en esta deliciosa crónica en la que se
resume la corta vida del revolucionario.
Morgan
compartió campamentos y balas con los hermanos Castro y el Ché Guevara. Quiso
ser leyenda y a juzgar por lo que nos comenta Grann, todavía estamos a tiempo
de construir una leyenda sobre sus cenizas. Fue dirigente dentro del esquema
militar, se casó con una mujer de allí y terminó sus días acusado de traición a
la patria, en un final que se nos relata de manera concisa, lo cual le hace más
aterrador. En realidad, estamos frente a un texto que nos habla de un tipo que
supera lo humano, alguien que forma parte de un mito, pero que acabará
padeciendo los miedos de lo que es demasiado humano, de la peor parte de lo que
somos.
Grann
nos va introduciendo, a través de Morgan y los personajes que le orbitan, en
una parte esencial de la historia contemporánea, sin referirse a tal con ningún
concepto geopolítico. Lo que él pretende, y consigue, es construir una crónica
sobre cómo se crea y destruye una leyenda. Y esta crónica funciona a toda
velocidad, sin permitirse ningún tipo de derivación que desvíe la atención sobre
el personaje central, al que no perdemos la pista en ningún momento. Es como si
consiguiera escribir una biografía siguiendo todos los atajos, algo propio de
los libros de aventuras. Estamos frente a un libro estupendo sobre alguno de
los asuntos que todavía tenemos que meditar: qué fue, qué pudo haber sido y
quiénes son estos tipos, locos o líderes, que protagonizaron grandes amores y
grandes naufragios.