Anarquía
para jóvenes (y para los que no lo son tanto)
Carlos
Taibo
Libros
de la Catarata
Madrid,
2025
126
páginas
Un
día Robin Hood decidió refugiarse en el bosque, pero eso que parecía una huida
no consistía tanto en esconderse como en crear una nueva sociedad. Allí reunió
a un grupo de proscritos, cuenta la leyenda, con todas sus familias, y crearon
una comunidad resistente. Todo se gestionaba entre ellos. La escala de las
decisiones sólo podía ser humana, porque todos se conocían y todos se querían.
Al fin y al cabo, les había reunido un malestar común, la persecución y el
acoso de un tirano. Refugiados en el bosque, que convirtieron en su territorio,
se encontraban a salvo y aunque Robin Hood tuviera las características de un
líder, sobre todo en la batalla, cada voz era escuchada y cada decisión que se
tomaba tenía que ser aprobada por la mayoría de la tribu. Podríamos interpretar
esta leyenda como la primera experiencia popular e intencionada de socialismo
libertario, o comunismo libertario o comunidad anarquista, que se lleva a cabo
en Occidente. Es una leyenda, pero el fundamento es el bienestar, es generar
bienestar convenciéndonos de que es posible una civilización, una sociedad,
amable, de escala humana.
Carlos
Taibo (Madrid, 1956) lleva años solicitando permiso para exponer que este tipo
de sociedades son posibles. Ahora vuelve a indicarlo con este ensayo pensado en
cómo explicar este tipo de sociedades a los jóvenes, pero cuyas garantías de
comprensión se extienden mucho más allá. No está mal revisar en qué consiste en
anarquismo en un momento en que se da por supuesto que la sociedad no puede ser
otra que esta, dividida en Estado y gobernada por la avaricia de una economía
capitalista que no tiene freno. Taibo divide el ensayo en tres partes: una
consideración general del proyecto anarquista/libertario, que ocupa el grueso
del volumen; unas reflexiones y observaciones sobre la juventud, que no dejan
de ser subjetivas y cariñosas; y unas conclusiones en las que se incluyen las
principales reflexiones que se han ido gestando a lo largo del libro. El
lenguaje es, como siempre en este autor, divulgativo, claro y sencillo, lo cual
equivale a decir que su elaboración está bien fraguada. No es fácil escribir
sin caer en la oscuridad.
Taibo
atiende a cada faceta en un capítulo corto, aunque a lo que mas importancia irá
dando será a factores ecológicos, a la autogestión, a la dimensión social y
colectiva. El anarquismo, sostiene, cuestiona la jerarquía, rechaza todas las
formas de dominación, defiende cabalmente la igualdad y contesta a lo que
significa la propiedad privada. El anarquismo supone apoyo mutuo, democracia
participativa y construye una sociedad emancipada producto de la libre decisión
de las personas. Para ello es preciso convencernos de que el Estado es un
sistema de distribución del poder que siempre beneficia a unos privilegiados.
De ahí que Taibo se refiera constantemente a cuestiones éticas, que son las más
abandonadas por la política actual y las corrientes mediáticas, que la limitan
a la corrupción, algo inherente al Estado, como es inherente el latido al
corazón. Sus ejemplos sobre los beneficios y las dimensiones humanas de la
sociedad anarquista (o libertaria, pues usa ambos términos como sinónimos y
lamenta la apropiación que de este segundo hacen políticos salvajes, como Milei)
son constantes y atienden a momentos históricos, pero también a situaciones comprometidas
en las que el pueblo tuvo que organizarse al margen de las autoridades, y este
pueblo suele ser el pueblo humilde. La renuncia a los tópicos es una de las
apuestas de divulgación de nuestro autor, que nos sugiere que desde hoy mismo
se puede empezar a demostrar que las cosas se pueden hacer de una manera diferente,
más humana, más próxima a nosotros.
Tal
vez no haga falta ni siquiera reformular la teoría anarquista, da por supuesto
Carlos Taibo, pues basta con prestar atención a los beneficios de la vida a
pequeña escala, de la convivencia, para darse cuenta sus buenas aportaciones.
Lo que sí conviene, en temporada de huracanes, es repetir el mensaje con calma,
serenamente, para combatir lo que siempre quiso combatir el anarquismo: la
desigualdad y la pobreza.
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