jueves, 17 de agosto de 2023

LA CASA DEL DIABLO

 

La Casa del Diablo

John Darnielle

Traducción de Javier Calvo

Aristas Martínez

Badajoz, 2023

486 páginas

 



Que en el cerebro hay espacio de sobra para que lo ocupen varios mundos a la vez, es una afirmación que encontraremos en las páginas de este libro, en voz de uno de sus narradores. Estamos frente a una novela en la que esos mundos no sólo suceden de forma simultánea y con varias posibles interpretaciones, como sugiere el poderoso último capítulo, sino que además lo hacen con variados recursos expresivos. Y, sin embargo, mantiene cierta linealidad, la que permite al lector tener la sensación de estar leyendo una obra de intriga, en algún momento un thriller, en alguna otra ocasión más bien de misterio, que va desarrollando su trama con las dosis apuradas. Así consigue atraparnos en este pequeño mundo, un pueblo que parece alejado de todo y de todos, un microcosmos donde el autor, o tal vez la propia población, creará sus leyes. Hemos introducido este tal vez porque se trata de una novela que comulga con el formato de investigación periodística, hasta el punto de hacernos pensar que si estos sucesos no fueron reales, sí es real que pueden ser contados. Y la realidad se impone por lo que es o por lo que pudo haber sido. La realidad es lo posible, no siempre lo que se puede tocar.

Entre lo posible, e incluso probable, están las reacciones oscuras y sádicas que cualquiera de nosotros puede tener. ¿Qué cabe reconstruir, entonces? Por un lado están las entrevistas, los encuentros, la reconstrucción del relato a partir de la documentación, los pasos por los lugares donde tuvieron lugar los sucesos. Y por otro está ese pegamento imprescindible, del que John Darnielle (Bloomington, Indiana, 1967) hace gala, que llamamos imaginación. La novela es un portento creativo, en el que desconocemos cuánto hay de información y cuánto de farsa, pero si dudamos es porque estamos a favor del relato. Sólido y de lectura aparentemente fácil, termina por indagar en los límites de lo humano, si es que estos límites terminan allí donde alguien es capaz de cercenar la vida de otro, aunque sea en defensa propia. Aunque sea por un impulso adolescente, o de crisis adolescente.

La adolescencia será la enfermedad que compartan los protagonistas, bien sea los que se cuelan en la casa de una mujer soltera o los que trabajan en un videoclub de películas porno, cuando estas se alquilaban en formato VHS. En la adolescencia entran en lucha el juego y la seriedad, y del conflicto puede salir el peor de los resultados, unos actos seudopsicopáticos que por norma general no suelen ser dañinos, pero que cuando sobrepasan las líneas de comportamiento aceptadas pueden terminar en tragedia. Nuestro narrador nos coloca frente a su trabajo como detective de algo que sucedió hace décadas, al tiempo que narra antes de entrar a explicar el origen del conflicto, o lo que él identifica como el origen del conflicto, reflejado en las biografías de los protagonistas. Pero guardará un aura de misterio, algo así como una maldad flotante en un ambiente concreto que se respira y obliga. Para, finalmente, cerrar la obra en una vuelta de tuerca que nos lleva a cuestionarnos qué es lo veraz y cuáles las intenciones de quien pretende ser, a su vez, veraz. «La gente proyecta sus expectativas sobre los escenarios de las masacres», apunta al inicio de la obra, advirtiéndonos acerca de la subjetividad de los relatos. Al finalizar la lectura, recordaremos que ya nos había advertido, genialmente, acerca de la fortaleza que subyace al relato: «En cualquier caso, hay pocas cosas más poderosas que las expectativas. La fuerza bruta, quizás. Las armas de fuego, ciertamente. Las espadas y el acero. Pero incluso esas cosas tienen sus límites. La imaginación no tiene ninguno». Bienvenidos a la casa del Diablo.


Fuente: Zenda

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