miércoles, 9 de febrero de 2022

LE PONT DES ARTS

 

Le pont des arts

Catherine Meurisse

Impedimenta

Madrid, 2022

109 páginas

 



Kandinsky reclamaba que cada arte aprendiera de las demás para poder seguir evolucionando. Así se gestó, entre otras cosas, la correspondencia con el compositor Schoenberg, en la que ambos indagan en los puentes entre la música dodecafónica y el arte abstracto. Aunque, tal vez, no se trate de este tipo de colaboración, tan brusca y tan atrevida, la que se pretenda para hacer crecer a los géneros artísticos. Es posible que baste con un intercambio de puntos fuertes de ambas, como el que sucede al hablar de pintura. Para hablar utilizamos palabras, que tienen su límite a la hora de verbalizar emociones. Pero serán las emociones lo que se imponga.

A partir de emociones que reflejan mucha pasión, una pasión que puede llegar a parecer una patología, Catherine Meurisse (Niort, Deux-Sévres, 1980) compone un volumen en el que lo plástico está al servicio del amor: una novela gráfica combina dibujo y texto y, en este caso, vamos a hablar sobre los mejores pintores y los grandes escritores. Aunque todos ellos sean franceses: Delacroix, Ingres, Baudelaire, Proust… Todos empeñados en buscar cuál es el fin de la pintura y en comunicar por qué nos importa tanto. Todos confesando su debilidad, que es muy vehemente, pero que también se contagia o que por eso mismo se contagia. Palabras no les faltan a quienes hablan, y Meurisse toma prestadas, de hecho, auténticas expresiones de los autores. Y a través de esas palabras es como conocemos la obra, que nos puede llevar al síndrome de Stendhal o al robo. La mayor parte de ellos se expresan con un ímpetu que destila incomprensión: “yo, que soy un ser muy sensible y al que le ha supuesto tanto esfuerzo llegar a esta conclusión, no recibo una comprensión total. ¿Cómo es posible que no os identifiquéis con mi pasión?”, parecen gritar.

Pero, ¿en función de qué es el arte? En realidad, Meurisse nos recuerda que la pintura trabaja mucho sobre intuiciones, que el hogar de este artista se parece mucho al silencio. Las opiniones pertenecen a la literatura, se expresan con palabras. Pero necesitamos de ambas como complemento, si bien la primera impresión viene a través del sentido más directo, la mirada. La reflexión tendrá que surgir a partir de ella, sí, pero teniendo en cuenta el flujo vital de cada uno de los artistas, escritores, que se expresan: no será lo mismo en boca de Zola que de Breton, entre otras razones porque no han vivido las mismas vidas. En ellos no fermentaron idénticos prejuicios, idénticas ideologías, los mismos motivos para salir adelante en un mundo que no se lo ponía fácil, o no tan sencillo como a alguno de los pequeños burgueses que aquí aparecen también representados.

Meurisse reflexiona y nos da una pequeña lección de historia, con un estilo muy espontáneo, de fácil factura y bastante expresivo. En realidad, se trata de una actualización de la historia del arte y un apunte sobre corrientes estéticas, sobre todo entre los siglos XIX y XX. Si en el subtítulo se habla de amistades entre pintores y escritores, debemos aclarar que la amistad es un lazo dentro del que caben conflictos. Mayormente si es tanto lo que nos incumbe aquello sobre lo que versa la conversación.

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