Contra el cambio
Martín
Caparrós
Anagrama
Barcelona,
2010
275 páginas
Viaje a la Palestina ocupada
Eric Hazan
Traducción de
Sara Álvarez Pérez
Errata
Naturae
Madrid, 2010
125 páginas
La conclusión antes del viaje
Lo más
admirable en la obra de un escritor de viajes como Paul Theroux es la distancia
que establece entre el ineludible autor y las presencias que le salen al paso.
Frente a los lugares y las personas, siempre se presenta sin prejuicios,
dispuesto a aprender, pero como aprende el hombre inteligente, con un punto
preciso de cinismo y de confianza, pero sin ser un cretino ni caer en la autocomplacencia.
En ese sentido su último libro, Tren
fantasma a la estrella de Oriente, es una obra maestra.
Frente a un
autor de viajes como Theroux, otros se plantean, de inicio, crear una obra
comprometida, partir a la defensa de unas ideas preconcebidas que en mayor o
menor medida merecen ser consideradas. Ese es el caso tanto de Martín Caparrós
como de Eric Hazan, dos escritores a quienes los viajes aquí reflejados no
consiguen transformar en alguien nuevo, tal vez por un exceso de implicación
emocional desde antes de la partida.
El primero de
ellos, el periodista argentino, Caparrós, parte en un viaje múltiple que le
lleva a lugares tan dispares como Nigeria, Australia o las islas Marshall, para
entrar en el debate sobre el cambio climático o, para ser más precisos, sobre
la conveniencia de exprimir el fenómeno socioecológico del cambio climático en
la medida en que se está haciendo. Escéptico desde el inicio, se preocupa en
disparar contra todo lo que le sale al camino: el ecologismo –sin distinguir
entre conservacionistas y medio ambientalistas-, la globalización cultural a la
baja, los agentes contaminantes, los apóstoles del cambio climático y la
desnaturalización del planeta. Para ello se refugia en un estilo que da la
impresión de sugerir un pensamiento caótico, en la fragmentación y la
digresión, confiando en que la impresión de improvisado resulte natural,
preocupándose más por conseguir una frase impactante que por la originalidad de
su pensamiento. Y así no termina de elaborar en condiciones los asuntos que
reúnen estos textos, los que impulsan al viaje y a todo lo que eso debería de
suponer: la denuncia bien transformada en narración. Da prioridad a un humor en
ocasiones demasiado tópico, a una intención de mostrar ingenio basada en la
primera reflexión que le sugiere la información que recibe, con demasiada
frecuencia, a través de segundas fuentes. De ahí que en sus conclusiones no se
dé prioridad a la puesta en marcha de soluciones contra el cambio climático,
sino que se limite a enunciar los beneficios que este está reportando a la
casta de los que saben ver las oportunidades en cualquier desgracia. Para
Caparrós, hay demasiado de farsa en todo el revuelo que se está levantando a
cuenta del cambio climático.
En el segundo
libro, Viaje a la Palestina ocupada,
Eric Hazan reincide en la herida de un país y un pueblo abandonado a su suerte
y al afán de los opresores. No termina de mostrar ninguna idea que antes no
expresara, por ejemplo, Edward Said, en este texto construido en párrafos
cortos, transcripciones directas de una libreta de apuntes o del contenido de
una grabadora. Pero aunque el mal resulte evidente a estas alturas, conviene
detenerse en el individuo. Hazan es un hombre sensible, más próximo al arte que
al periodismo, que trata de poner rostro a la ocupación transcribiendo sus
encuentros, a través de entrevistas o minúsculas crónicas que representan la
biografía del desahuciado. En unas pocas páginas, se preocupa por fabricar un
mosaico representativo, una suma que sustituye a la obra coral por un texto de
voces sucesivas que no terminan de aceptar la derrota pero no acaban de
reconocer dónde está la lucha en la actualidad, como si se hubieran agotado los
cartuchos de la resistencia. De ahí la intención de este libro, que es
despertar conciencias, soplar sobre los rescoldos para avivar la llama.
Mantener el
debate vivo, como hace Caparrós, o las espadas en alto, como en el caso de
Hazan, son razones suficientes para justificar una obra. Pero no siempre son
argumentos sobre los que construir un relato. Con todo, merece la pena echar un
vistazo a ambos libros.
Fuente: Quimera
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