Como si masticaras piedras
Sobreviviendo al pasado en Bosnia
W.
L. Tochman
Traducción
de Katarzyna Olszewska Sonnenberg
Libros
del K.O.
Madrid,
2015
157
páginas
Porque
necesitamos una lápida donde depositar flores
El
ejemplo sencillo al que recurren los psicólogos es devastador, pero puede
llegar a ser insuficiente. Para representar los efectos del duelo, recurren a
la anécdota del niño que vive en una casa desolada. El abuelo murió la noche
anterior de un infarto y hoy toda la familia viste de luto y hasta el azul del
cielo parece más oscuro. Pasa el día y el niño no alcanza a ver las lágrimas,
dado que los adultos tienden a creer que proteger al niño equivale a no
compartir el dolor con él, a esconder lo que no debe ser escondido. Al menos
esa es la conclusión a la que llega el niño. Al finalizar el día, la familia
vuelve a reunirse a la hora de la cena y una de las sillas, la única que tenía
un dueño fijo, el abuelo que apoyaba los riñones en un cojín, está vacía. Es
entonces cuando los padres le explican al niño que el abuelo ha muerto, que se
ha ido a un sitio muy lejos, a reunirse con otros seres queridos en un campo de
amapolas que crecen en el anverso de las nubes. El niño mira extrañado a los
padres, porque conoce perfectamente lo que es la muerte. Un año antes, sin ir
más lejos, falleció el canario que nunca fue sustituido por otro pájaro y así
el salón se quedó con el único ruido de los telediarios. Cuando los padres ya
no saben cómo consolar a un niño, que no es consuelo lo que necesita, éste les
replica: “Vale, está bien. Lo entiendo perfectamente. Entiendo que el abuelo ha
muerto. Lo que no entiendo es que no venga a cenar”.
Wojciech Tochman
(Cracovia, 1969), es un periodista polaco que no está dispuesto a dejar a los
niños que fuimos sin esa pesadilla que necesitamos conocer: que lo peor de la
muerte es que la gente desaparece. Al mismo tiempo, decide que lo peor del
genocidio es que también desaparezcan de la memoria del mundo. En este Como si masticaras piedras, viaja a la República Sprska, en Bosnia, varios años después de que
tuviera lugar algunas de las matanzas más sangrientas del siglo pasado.
Desgarros familiares, crueldad en las violaciones, torturas infernales,
regocijo en el asesinato indiscriminado… todo ello deja un rastro en lo
supervivientes, alguno de ellos único miembro vivo de toda una familia. Al
margen de los terremotos de desolación que será desde entonces cada año vivido
como un dardo de fuego en el interior de las almas de estas personas, Tochman
presta atención a la necesidad de encontrar un remanso donde si no hay paz,
exista al menos la posibilidad de desahogarse llorando. Y para ello necesitan
una lápida.
Tochman
no sólo relata retazos del terror que expresan los vivos. También acompaña a la
doctora forense Ewa Klonowski
durante su trabajo desenterrando, limpiando, encajando huesos y luego
encargando pruebas de ADN para certificar las identificaciones de los cadáveres.
El libro es de una contundencia tan lúcida como desgarradora. Tochman
despelleja lo que va a relatar de todo lo innecesario, hasta de su propia
presencia. Depura la atrocidad con frases breves, con párrafos cortos, con la clarividencia
que da el llegar a una conclusión tras tanto viajar a la desolación. Si con dos
palabras basta para decir de qué calidad inhumana es un duelo, un odio, una
locura, un asesinato, no buscará la tercera para decir nada más. Como si masticaras piedras es un libro
de viajes demoledor hasta el escándalo: porque nos recuerda lo que hemos
olvidado y nos hace sentir salvajes en ese olvido. Por esa razón debemos
leerlo.
Fuente: La línea del horizonte
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