lunes, 18 de diciembre de 2017

DEL MAR NEGRO AL BÁLTICO

Del Mar Negro al Báltico
Caminos y letras
Luis Pancorbo
Almuzara
Córdoba, 2014
285 páginas

El viaje y el documento

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Esta es, en buena medida, la selección de escritores a los que se persigue en este libro: Pushkin, Lermontov, Chéjov, Conrad, Vassili Grossman, Balzac, Malinowski, Gogol, Milosz, Ganivet. A Pushkin, Chéjov, Conrad y Malinowski, se les trata con mucha reverencia. También a Milosz y en buena medida a Ganivet. Cualquiera que haya dedicado un buen puñado de horas de su vida a la literatura, caerá en una pleitesía idéntica a la que Luis Pancorbo (Burgos, 1946) muestra a lo largo de casi trescientas páginas. En una época en la que el viaje está de moda, no sólo las obras de estos autores, también el personaje que inventaron, que en algunos casos fue su mejor creación, ayuda a separar al viajero del presumido. Puede parecer una paradoja, pero en una temporada como la que tenemos encima desde hace años, los genios de la literatura, esa actividad que uno ejerce leyendo sin moverse del sofá, abre las aguas de ese océano de gente que se mueve para hacerse fotografías en cualquier rincón del mundo, y nos ayudan a mostrar el afán de aprendizaje, que es una de las armas que construyen al viajero.
Luis Pancorbo sabe que para cimentar un auténtico viaje debe ser un entrometido, plantarse allí en el lugar del que apenas conoce nada y ponerse como loco a buscar razones que justifiquen una vida. La suya y la de los que allí cosen cada minuto del tiempo a su sentencia a seguir respirando. Su ideal de viajero se refleja en algunas reflexiones, como la que dicta “he estado en algún agujero del tiempo y de la historia”, o “la vida del viajero se compone de metas que él mismo se pone”. Y entre sus metas está la divulgación.
Conocido por sus documentales, especialmente por la serie Otro pueblos, Pancorbo ha dedicado sus días a investigar rompiendo suelas y leyendo, a conocer la historia, la literatura, el arte de los lugares que visita; ha sido una suerte de antropólogo para la clase media, una expresión que intenta ser elogiosa. De ahí esta construcción de los párrafos con frases coloquiales, con humor de baja intensidad, con la obsesión por ofrecer datos, nombres, motores de la cultura de los pueblos, tanto la cultura de alta cuna como la que pertenece a la gente. De ahí ese interés en arrancar detalles al viaje. Y esa forma de escritura en la que salta constantemente de una idea a otra, en la que cada palabra le va empujando a la siguiente. Siempre buscando lo diferente a él, a nosotros. Desarrollando una gran capacidad de observación, que es una habilidad al alcance de muy pocos, de los dueños de la empatía trasladada hasta a los desconocidos.

Por eso se embarca en un viaje que arranca en Moldavia, el país más pobre de Europa. Y traza una ruta por regiones que no hace tanto presentaban más zonas de sombra que de luz. Al fin y al cabo, ¿qué sabíamos de Moldavia, de Ucrania, de Bielorrusia en los años ochenta? Pancorbo parte para conocer y compartir con nosotros su historia y sus costumbres. Como buen documentalista, pone a nuestro alcance su identidad. Tal vez por eso siempre realiza las visitas acompañado, siempre con un guía, profesional o benévolo, a los que concede mucha presencia a lo largo de cada página, porque ellos son los representantes del pueblo, ellos son el pueblo. Entre estas personas, que van pasando a ser su gente, los escritores perseguidos, que ya eran parte de su vida, y la zona documental que, a modo de libro de texto, nos acerca a los países visitados, Pancorbo va construyendo un buen libro de viajes sobre una parte del planeta que se le iba resistiendo, y por tanto era necesario visitar.

Fuente: La línea del horizonte

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