Del Mar Negro al Báltico
Caminos y letras
Luis
Pancorbo
Almuzara
Córdoba,
2014
285
páginas
El
viaje y el documento
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Esta
es, en buena medida, la selección de escritores a los que se persigue en este
libro: Pushkin, Lermontov, Chéjov,
Conrad, Vassili Grossman, Balzac, Malinowski, Gogol, Milosz, Ganivet. A
Pushkin, Chéjov, Conrad y Malinowski, se les trata con mucha reverencia.
También a Milosz y en buena medida a Ganivet. Cualquiera que haya dedicado un
buen puñado de horas de su vida a la literatura, caerá en una pleitesía
idéntica a la que Luis Pancorbo
(Burgos, 1946) muestra a lo largo de casi trescientas páginas. En una época en
la que el viaje está de moda, no sólo las obras de estos autores, también el
personaje que inventaron, que en algunos casos fue su mejor creación, ayuda a
separar al viajero del presumido. Puede parecer una paradoja, pero en una
temporada como la que tenemos encima desde hace años, los genios de la
literatura, esa actividad que uno ejerce leyendo sin moverse del sofá, abre las
aguas de ese océano de gente que se mueve para hacerse fotografías en cualquier
rincón del mundo, y nos ayudan a mostrar
el afán de aprendizaje, que es una de las armas que construyen al viajero.
Luis
Pancorbo sabe que para cimentar un auténtico viaje debe ser un entrometido,
plantarse allí en el lugar del que apenas conoce nada y ponerse como loco a buscar razones que justifiquen una vida.
La suya y la de los que allí cosen cada minuto del tiempo a su sentencia a
seguir respirando. Su ideal de viajero se refleja en algunas reflexiones, como
la que dicta “he estado en algún agujero del tiempo y de la historia”, o “la
vida del viajero se compone de metas que él mismo se pone”. Y entre sus metas
está la divulgación.
Conocido
por sus documentales, especialmente por la serie Otro pueblos, Pancorbo ha
dedicado sus días a investigar rompiendo suelas y leyendo, a conocer la
historia, la literatura, el arte de los lugares que visita; ha sido una suerte
de antropólogo para la clase media, una expresión que intenta ser elogiosa. De
ahí esta construcción de los párrafos con frases coloquiales, con humor de baja
intensidad, con la obsesión por ofrecer datos, nombres, motores de la cultura
de los pueblos, tanto la cultura de alta cuna como la que pertenece a la gente.
De ahí ese interés en arrancar detalles al viaje. Y esa forma de escritura en
la que salta constantemente de una idea a otra, en la que cada palabra le va
empujando a la siguiente. Siempre buscando lo diferente a él, a nosotros. Desarrollando
una gran capacidad de observación, que es una habilidad al alcance de muy
pocos, de los dueños de la empatía trasladada hasta a los desconocidos.
Por
eso se embarca en un viaje que arranca en Moldavia,
el país más pobre de Europa. Y traza una ruta por regiones que no hace tanto
presentaban más zonas de sombra que de luz. Al fin y al cabo, ¿qué sabíamos de
Moldavia, de Ucrania, de Bielorrusia en los años ochenta? Pancorbo parte para
conocer y compartir con nosotros su historia y sus costumbres. Como buen
documentalista, pone a nuestro alcance
su identidad. Tal vez por eso siempre realiza las visitas acompañado,
siempre con un guía, profesional o benévolo, a los que concede mucha presencia
a lo largo de cada página, porque ellos son los representantes del pueblo,
ellos son el pueblo. Entre estas personas, que van pasando a ser su gente, los
escritores perseguidos, que ya eran parte de su vida, y la zona documental que,
a modo de libro de texto, nos acerca a los países visitados, Pancorbo va
construyendo un buen libro de viajes sobre una parte del planeta que se le iba
resistiendo, y por tanto era necesario visitar.
Fuente: La línea del horizonte
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