Naturalezas
Ralph
Waldo Emerson
Traducción
de Salvador Sediles y Carlos Muñoz Gutiérrez
La
línea del horizonte
Madrid,
2016
156
páginas
Gaia. Esa
era, posiblemente, la palabra, el concepto que le faltaba a Ralph Waldo Emerson
(Boston, 1803 – Concord, 1882) para resumir y vincular todas las expresiones de
su pensamiento en un término que se acuñó después de su muerte. Gaia es el
espíritu de la Tierra, ese que se siente dañado cuando arañamos cualquier parte
de ella traicionando los bienes que nos facilita. Gaia es una abstracción, sí,
pero no lo es el querer a la Tierra tal y como era sin la intervención del
hombre. Esa Tierra que era todo naturaleza. Lo que aparentemente formó a una
secta ecologista, ya existía en estos escritos de Emerson que La línea del horizonte nos trae en una
cuidadísima edición. Se trata de un libro de pequeño formato, pero en el que la
vigilancia de Carlos Muñoz Gutiérrez se respira tanto en la traducción como en
el excelente prólogo, un texto que tal vez sea lo mejor que ha escrito Muñoz
Gutiérrez.
Conocido
como el Virgilio americano, Emerson bebe de Platón, del idealismo alemán, del
Nietzche que es más poeta que filósofo y de la filosofía oriental. Su
pensamiento, su ideología amable, resumida en esta selección de textos, se
centra en reflexiones propias. Parte de las intuiciones y no de las ciencias. Y
las intuiciones son fruto de la experiencia. Y la experiencia no puede ser otra
cosa que estar viviendo con todos los sentidos abiertos. De ahí que, gracias a
su sensibilidad, podamos referirnos a la sabiduría. Eso persigue Emerson. Nada
de teorías sistémicas; un proyecto que persigue el hacernos mejor personas. Por
eso es tan importante el referirse siempre al lector con la primera persona del
plural: nosotros. El amor que profesa a la gente no se diferencia de lo que
puede sentir por sí mismo; ni tampoco sus deseos. Emerson es un humanista, un
clásico, un hombre que respeta a los padres fundadores de la nación americana,
o al menos a la mejor parte de su espíritu fundacional. Atiende por igual a los
pequeños hábitos que al respeto democrático. Lo social no es separable de lo
político. Como educador, en su discurso, que sobre todo podemos ver reflejado
en la segunda parte del libro, una conferencia titulada El método de la naturaleza, es un moralista. Pero un moralista a
quien no se puede poner ninguna pega, desde el momento en que es consciente de
Gaia, predice ese concepto, lo rodea como los anillos a Saturno, hablando de
espiritualidad y de Dios. En la naturaleza estarán los buenos valores en el
buen sentido de la palabra bueno.
La
verdad, o las verdades, son reflexiones que surgen gracias a la naturaleza.
Son, como comentábamos antes, intuiciones. Frente a estas intuiciones, Emerson
sitúa un opuesto: la tradición. La tradición elimina el pensamiento autónomo y
la sensibilidad del contacto directo. Si no nos renovamos, será imposible la
armonía. Si no acudimos a la fuente directa de lo mejor que podemos ser, que es
la naturaleza, la música que escuchemos no nos reconfortará. Para ello es
imprescindible aprender a estar solo y dispuesto a que la mente cambie. No hay diferencia entre la bondad, la verdad
y la belleza. El papel del hombre en la naturaleza será de intermediario, no de
protagonista; será humilde. Pero la naturaleza, en la que incluye el lenguaje
con el que nos comunicamos, se expresa en alegorías. Saber escuchar será
esencial para que el mundo y nuestra mente se unifiquen en un solo ente. Estas
intuiciones están en la filosofía oriental. Pero Emerson las expresa con más
fuerza. Su llamada a la sabiduría tiene un estilo menos afectado que el de la
filosofía oriental que nos llega, un poco arcaico a fecha de hoy, pero siempre
persiguiendo el dictado en el que nos recuerda que no existe diferencia entre
lo humano y lo divino. Emerson es una voz que deberían escuchar los
predicadores de humo que hoy pretenden defendernos desde púlpitos mediáticos.
Fuente: Culturamas
No hay comentarios:
Publicar un comentario