Los búfalos de Broken Heart
Dan
O’Brien
Traducción
de Miguel Ros González
Errata
Naturae
Madrid,
2016
392
páginas
Si
durante un tiempo suficiente deja de preocuparte el dinero, entonces estás en
el buen camino, porque eso quiere decir que a lo largo de ese paréntesis de
inquietudes que es la existencia te estás sintiendo humano. Sobre las trazas de
asfalto y entre las paredes de los edificios enfermos, al volante o vendiendo
vía telefónica, la inmersión total en un estilo de vida donde priman los
beneficios, donde los tiempos y las adiciones, las filias y las fobias, las
marca el mercado, se sufre mucho. Creer en la hipótesis de Gaia, ese dictado
según el cual formamos parte de una vida que se llama Tierra, facilitaría que
durmiéramos mejor por la noche siempre y cuando estuviéramos convencidos de que
nuestro instinto sigue esa verdad, y no la máquina de hacer y conservar dinero.
Dan O’Brien (Findlay, Ohio – 1947)
de repente se dio cuenta, pasada la crisis de la mediana edad, de cuál debía
ser o podría ser su lugar en el mundo, su trozo de Gaia que peinaría con mimo.
Devolver a la vida a parte de las grandes manadas de búfalos aniquilados por
codicia, se dijo, sería su destino. Consciente de que morirá cubierto de
deudas, se embarca en la creación de una granja en la que criar búfalos, ganado
casi salvaje, cíclopes que son un símbolo de tal calado que este maravilloso libro
no funcionaría igual de bien con ningún otro animal: pocos representan tan bien
la dignidad de lo salvaje, siendo salvaje un término a la vez nobel y
aterrador. Pocos animales significan con tanta intensidad la antigua libertad,
ese don perdido.
Los búfalos de Broken Heart es un
testimonio de resiliencia, un dictado terapéutico en el que el pasto sobre el
que uno pisa es el termómetro de la salud de la tierra. Y es imprescindible que
la tierra esté sana para nuestro bienestar, porque, está convencido O'Brien,
somos parte del paisaje y el paisaje nos construye. De ahí esa elección de ser
pastor, pero no de una forma contemplativa, sino participando del mundo. Por
eso no podría elegir un rebaño de vacas. A la fuerza, se debía a los búfalos
que devolverán la potencia al ecosistema. El sueño de O’Brien es noble,
honesto, generoso. Es el sueño de un hombre sentimental, de alguien que
necesita aislarse un tanto de la gente para evitar convivir con el sufrimiento
de los demás, pues no es capaz de metabolizar tanta desdicha. Ese exilio que
escoge es el de los hombres rudos, el del sudor y el del aire limpio, el de
quien se acoge a pequeñas amistades y a la naturaleza para conservar la
humanidad, el del excéntrico que se niega a atenerse a los límites de la economía.
A O’Brien le reconforta el deseo de saber que una parte de él es espiritual,
saberse un átomo de Gaia, redimirse de la nostalgia y la culpa por haber
exterminado algo que era vida. Aunque para ello, finalmente, tenga que ceder en
parte a la necesidad material para seguir respirando.
En
cualquier caso, el espíritu de esta aventura lo resume él mejor que nadie
cuando escribe: “Se dice que los indios creían que, en realidad, no había
ninguna técnica para encontrar y cazar a los búfalos, y que la única forma de
cazar uno era tener un “buen corazón”, con lo que el búfalo se acercaría para
entregarse. Por muy moderno y racionalista que yo sea, creo que esa teoría
podría tener algo de sentido. Si tener un “buen corazón” significa ser humilde
e intentar llevar una vida noble en relación con tu entorno, tiene sentido que
tu entorno se te entregue, para potenciar así la causa de tu nobleza”. Tal vez
suene un tanto anacrónico, pero, efectivamente, si hay un adjetivo que defina
este libro, ese es sin duda el de noble.
Fuente: Culturamas
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