Sicilia mía
Cesare
Brandi
Traducción
de Carmen Artal
Elba
Barcelona,
2015
182
páginas
Cesare Brandi (Siena 1906-1988), historiador de arte de
formación, fue fundador del Istituto
Centrale del Restauro, la institución estatal italiana de mayor entidad que
se dedica a la restauración de bienes culturales, de la cual fue director
durante más de veinte años, entre 1935 y 1961. A partir de entonces, encaminó
sus esfuerzos a la enseñanza de la historia del arte, primero en Palermo y posteriormente en Roma. Brandi se distinguió por llevar a
cabo una actividad poliédrica que le impulsó a escribir tanto sobre estética
contemporánea como sobre teoría de la restauración, además de un buen número de
libros concebidos como diarios de viaje. Elba
ha publicado Viaje a la Grecia antigua,
Verde Nilo y este volumen, Sicilia
mía.
Brandi
consigue ponderar la inquietud ilustrada con la desazón romántica, para
convertirse en uno de los primeros viajeros contemporáneos, en un viajero
cartográfico. Su enseñanza le había llevado a concluir que la historia no es
más que polvo de héroes y villanos, por lo que condujo su afán de trotamundos
hacia los paisajes y los lugares emblemáticos. Apenas aparecen personas con las
que demuestra convivencia, con las que dialoga, pues toda suerte de presencia
pasa a ser aquí parte de la conciencia de lo general, que es el trozo de mundo
por el que pasa. Ese mundo imprevisible, dominado por el azar, en el que queda
la estética como gran referente, en que siempre sobreviven los ríos y la
sensibilidad del autor. Pero Brandi es un viajero ético: “Tal vez no vuelva a
Sicilia, o tal vez vuelva, pero no por eso estará más viva en mi antro oscuro,
donde, aunque no fuera la tierra de mi infancia, hace revivir mi infancia y se
puebla igualmente de todas las personas amadas”.
La
infancia no es sólo la patria, sino también el lugar donde habitan nuestros
particulares mitos, esos que él busca en la infancia de la humanidad a lo largo
de sus viajes, donde la memoria propia queda transformada por la memoria de los
hombres. En este caso, visitando una isla todavía herida por la Segunda Guerra
Mundial, poblada de callejas oscuras, palacios e iglesias donde el eco es una
presencia rotunda, parte de la poética del lugar, del paraje híbrido que es
constante y diverso. Las ruinas son bellas, la magia se vincula a la pedantería
y las fábricas conviven con las églogas, el paisaje natural con la labor del
labriego. Brandi no ve dicotomías en estas variaciones, pues es un hombre
convencido de que la belleza nos hará mejores. De ahí que ponga los cinco
sentidos a trabajar en la sucesión de descripciones.
Junto
a Brandi, viajamos en una especie de cofre que nos permite recibir las
sensaciones, pero dentro del cual permanecemos mudos. Porque Brandi viaja para
escribir, para divulga, con afán docente y por eso lo único que no puede
permitirse es un segundo de ceguera. En el afán cartográfico con que nos
describe Sicilia está la erudición complejamente metabolizada con la sensibilidad,
algo que, para conseguirlo en condiciones, hace falta mucho talento. Así es
como vemos a través de sus ojos una Sicilia tan cercana y tan exótica al mismo
tiempo. Y siempre con un poso elegíaco, con sabor a despedida porque, al fin y
al cabo, Brandi no deja de hablar sobre lo vivido.
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