Pieles de Italia
Un recorrido
por las pequeñas ciudades italianas.
Pedro
Bosqued
Ilustraciones
de Mar Lozano Reinoso
Confluencias
Almería,
2016
159
páginas
Queda
por saber si una expresión como “el sentimiento de la montaña” se podría
aplicar a la invención de Caín. El sentimiento de la ciudad. El sentimiento de
la gran ciudad. El ruido sobre el asfalto raspa demasiado como para ese
atrevimiento. Adjudicarle a la montaña sentimiento es un resumen de nuestras
proyecciones en el paisaje que, por norma, resume el telón de fondo de la
libertad. Si a un niño le pidieras que dibujara la casa donde le gustaría
vivir, seguramente aparecería junto a un río y con las montañas al fondo. El
supuesto espacio abierto de una gran ciudad –avenidas en las que se atormentan
los vehículos, neones de dudoso gusto, multitud que suma más al número que a la
humanidad, farallones simétricos que se elevan demasiados pisos-, supone lo
opuesto al aire libre. Es decir, el aire cautivo. O el aire esclavo.
No
hay otro refugio que no sea el aceptar sus condiciones y colonizar un pequeño
espacio de libertad dentro de la ciudad, o huir a ciudades de menor tamaño.
Cualquier opción con tal de evitar la afección que amenaza a los veintiún
gramos. En el caso del zaragozano Pedro Bosqued, quien se lanza a coleccionar
pequeñas ciudades en Italia. La razón de elegir este país es bien clara: si el
hombre ha construido algo con valor ponderable a los paisajes, es la razón y el
sentimiento del arte. De ahí este planteamiento en sus paseos por Padua,
Ferrara, Siena, Cremona, Perugia, Módena y tantas otras. Pedro Bosqued se
detiene en las sensaciones con un hedonismo que no esconde el deseo de lo
sublime a las espaldas. Unas experiencias que son sublimes pero son humildes.
Pedro Bosqued aprovecha sus paseos para proyectar sensibilidades.
Las
pequeñas ciudades han sido habitadas y por consecuente son seres vivos, con las
consecuencias morales que ello supone: su belleza debería exponer valores
éticos. Hasta el punto de refugiarse en la metáfora de que la piedra es piel.
Si no estamos dispuestos a aceptar este pacto, no podremos comprender el libro.
La piel es algo en lo que se concentran dos de los cinco sentidos: la vista y
el tacto. La piel contiene todo lo que existe en su interior, es, por tanto, forma
al tiempo que estructura. Por la piel de la ciudad es por donde se puede
caminar o el lugar en el que cabe detenerse. En buena medida, la piel de las
pequeñas ciudades italianas contiene los valores renacentistas, atemporales,
universales. Esforzándose por construir los cuadros con una prosa lírica, Pedro
Bosqued sabe también que la piel es donde uno siente el amor hecho acto, que es
eso que llamamos caricias. Sus ciudades son amables y son casi lugares de
cuento o de novela. Son ciudades para ser leídas, no para ser fotografiadas y
vendidas en postales. Son memoria, hasta el punto de ser memoria de la
humanidad, como si no hiciera falta conocerlas en vivo para integrarlas en los
cánones de belleza.
Fuente:Culturamas
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