Sicilia paseada
Vicenzo
Consolo
Traducción
de Miguel Ángel Cuevas
Traspiés
Madrid,
2016
107
páginas
Estas
son algunas de las cosas que dan belleza al mundo: las leyendas reales y todo
lo que la imaginación pudo aportarlas; la herencia que va implícita en la
sangre de esas leyendas y que en ocasiones fue derramada, pero por norma
general es el agua con que regar las raíces. Los accidentes de una geografía
que sirven para embellecerla: cabos, colinas, precipicios, reinos de cauces de
ríos, laderas de vid y olivos, rastros secos y vertientes que caen hacia el
mar, un mar que es concebido como una madre, un mar del que procede la vida. La
pasión y aquella forma que toma la pasión más pura, que es el arte de la
música, donde el arte se representa a sí mismo, donde el hombre sublima la
poesía al reducirla hasta una maraña de sonidos en el que lo que importa es una
única cosa, la armonía. El sabor de una lengua en la que reposan todos los
sonidos que trae el viento, una lengua bien hablada, bien escrita, que está sucediendo
al tiempo que el crepúsculo, ese momento que es paradoja pues vaticina muerte y
hace presente la belleza. Todo aquello que simboliza vida y que sale a la luz,
porque la luz es vida, incluida la luz del crepúsculo, tierna, pero también la
de los mediodías del sol del Mediterráneo y de las islas del Mediterráneo, que
bañan tanto como pueda existir bajo el sol de un tamiz de gasa blanca. La
historia, sí, la historia que ha quedado como memoria colectiva, porque
rememorarla es poner en marcha un ejercicio de imaginación y la imaginación
también es hermosa o no es, es sensible o no es nada más que una relación de
tópicos; y esas reconstrucciones que reflejan necesariamente lo barroco y
necesariamente lo religioso, el bullicio y las loas a la Vírgen, que no son la
tradición contra la que nos debemos poner en guardia, sino la certeza de la
costumbre, que es una salvaguarda para el reposo, que nos garantiza descanso
incluso cuando representa la sequedad bíblica, en la que el desierto es una
extensión estética. El mestizaje, el cruce cultural en el que se engendra
belleza, en el que las razas se aceptan y se consumen en otras razas, en nuevas
razas sobre tierras legendarias. Lo misterioso que viene desde antes del
conocimiento, desde antes de lo helénico, cuando las diosas tenían función de
madre y la tierra tenía la función de una diosa.
Todo
esto está presente en este hermosísimo libro, Sicilia paseada, que Vicenzo Consolo, uno de los grandes escritores
italianos del siglo XX nos regala en forma de himno. Pues esa es la esencia de
este periplo por la isla, de esta descripción en la que las enumeraciones
destilan qué es lo trascendente, mientras que Consolo reproduce su vivencia con
un ritmo musical que da envidia. Las aliteraciones, tan bien conservadas en la
estupenda traducción de Miguel Ángel Cuevas, los tonos musicales y la viveza
del texto, hacen de este pequeño libro uno de esos frascos de esencias
frágiles. No sobra una palabra, no falta una nota musical. Leer Sicilia paseada es como escuchar una de
las mejores composiciones de música barroca o neoclásica. Es una experiencia
estética, una dicha, un descanso, un momento de fortuna.
Fuente: Culturamas
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