Largo viaje inmóvil
Doménico
Chiappe
Círculo
de tiza
Madrid,
2016
260
páginas
Pensado
como texto de denuncia, El largo viaje inmóvil es uno de esos complejos libros
de viaje. Complejo porque el autor no se encuentra con el otro y la alteridad
no da pie a descubrimientos. Complejo porque el autor se propone descubrirse a
sí mismo, a su país, a sus vecinos, a sus hermanos, a su gente. Y siempre con
esa intención de dar voz a los parias, a quienes se les arrebata la más mínima
expresión de dolor, que es el quejido. En buena medida, lo que hace Doménico
Chiappe se ha hecho por distintos autores en su propio país, en ocasiones con
resultados sorprendentes. A Juan Goytisolo se le declaró persona non grata en
Almería tras publicar Campos de Níjar,
una obra necesaria, también a fecha de hoy, porque no resulta complicado
imaginar un arrabal o un valle seco en el que siga produciéndose esa
marginación. Otro ejemplo sería el libro de James Agee, con fotografías de
Walker Evans, Elogiemos ahora a hombres
famosos, donde no abandona el territorio de Estados Unidos para encontrarse
con una vida tan dura, con una sociedad tan miserable como la que puede
presentar Chiappe, apoyándose en las fotografías de Óscar B. Castillo, que
matizan cierta sensación de espontaneidad, imagen de lo frecuente y los lugares
del hombre venzolano.
Doménico
Chiappe no entra al país por la sociología o los índices de desigualdad o del
producto interior bruto. Ese tipo de visiones, tan dogmáticas luego en medios,
son demasiado estrechas y aunque parezcan reflejar un compendio, son un mero
fragmento. Si nos queremos enterar de lo que es un país, hay que pisar el
asfalto y el barro, y hablar con cualquiera que pasee por la calle, vendiendo
cigarrillo o con un perro faldero. Para eso se inventó el género de la crónica,
y sobre todo la recopilación en el tiempo de las crónicas. De esa manera,
podremos comprobar la evolución del país. Aquí ya no hablamos de estados, sino
de gente: su dialecto, su oficio, su hambre, su risa. En esta ocasión, la
intención de Chiappe es declarar el declive de un proyecto mesiánico: asistir
al drama. Una tragedia que atribuye al modelo de sociedad que impuso Hugo
Chávez. Es decir, al modelo de nación. Ese que se traduce en un país en el que
los supermercados están desabastecidos y la violencia aguarda a la guadaña de
la noche para ponerse en marcha, incluida la violencia policial.
Como
expresa Sergio Ramírez en el prólogo, para entender Chiappe nos presenta “ese
entramado, la lucha a muerte de una mujer, entre asaltos a balazos, por
defender el derecho a un apartamento de la Misión Vivienda; misses coronadas en
los concursos de belleza que son una industria nacional; los músicos juveniles
vistos en la bruma de la nostalgia; ministros destituidos al apenas cambiar de
despacho; el boxeador llevado al manicomio por el abuso de las drogas; el galán
de las telenovelas que termina en el asilo; las historias íntimas de la vida de
los policías contadas por ellos mismos, y el viaje final a la morgue de Bello
Monte, que como el descenso a los infiernos”.
Tal
vez cabría rebatir la intención de Chiappe. Tal vez. Tal vez podríamos buscar
argumentos fuera del estado de Venezuela para que se llegue a esas situaciones
individuales. Tal vez. Pero lo que no es rebatible, leyéndole, es su mirada.
El
largo viaje inmóvil
sucede en Venezuela, un país marcado por la transformación de las instituciones
y la sociedad para imponer un poder omnipresente.”
La mirada
del autor combina reportajes y semblanzas que dibujan la vida de los barrios,
las fiestas, la delincuencia, la policía, la violencia y la política. Los
despachos de la capital, la selva amazónica, las minas de oro, el delirante
funeral de Chávez en Caracas. Por las páginas de Largo viaje inmóvil desfilan
reinas de la belleza, represión estudiantil, desabastecimientos, y un pueblo
que sobrevive y resiste en medio del caos. Los contrastes asombrosos de una
nación en la que todo es posible contados con el rigor del mejor periodismo,
ejercido durante veinte años, pero también con los sentimientos.
Las
imágenes de Óscar B. Castillo ilustran una realidad que palpita entre el milagro
y el desastre.
Domenico Chiappe
(Perú, 1970) Se crió en Venezuela, donde estudió
oceanografía y, luego, comunicación social. Vivió en Caracas y en Isla
Margarita hasta radicarse en Madrid en 2002. Durante los 90 fue reportero en
revistas y diarios venezolanos como El
Nacional y TalCual, en cuyo
equipo fundador participó. En España ha publicado las novelas Tiempo de encierro (2013) y Entrevista a Mailer Daemon (2007) y el
ensayo Tan real como la ficción. Herramientas
narativas en periodismo (2010). Es doctor en Humanidades, imparte clases de
periodismo literario, trabaja como editor, colabora en medios de comunicación y
publica Me permito disentir, un
espacio digital independiente.
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