La tumba de Lenin
David Remnick
Traducción de
Cristóbal Santa Cruz
Debate
Barcelona,
2011
863 páginas
Tanto en la
introducción como en el epílogo, David Remnick (Nueva Jersey, 1958) explica que
la necesaria historia que se incluye en este volumen, la de la torturada
transición del imperio soviético a la era Yeltsin y el régimen aparentemente
democrático, será un relato de pérdidas, de los males que se han ido quedando
por el camino pero que han construido a una nación. Se dará cuenta, sí, de lo
más siniestro que se ha superado, pero de forma que se explique por qué los
rusos sienten su orgullo herido, por qué cunde el desaliento, por qué el país
es un lugar de estallidos sucesivos, abocado a variadas formas de
autoritarismos, desde la sangrienta dictadura de Stalin, a la formulación de
poderío de Putin y sus secuaces: vosotros nos permitís robar y nosotros os
dejamos vivir. El proyecto de Remnick es algo así como un gigantesco juego de
Tetris en el que se trata de exponer todo para explicar lo sucedido entre 1988
y 1992, años que vivió en Moscú como corresponsal de The Washington Post. Y este inmenso y extraordinario trabajo le
valió un merecido premio Pulitzer en 1994.
El libro se
divide en cinco partes. La primera trata sobre la amenaza y la gente que
mantiene la dignidad en épocas sórdidas, como la tiranía criminal de Stalin. Se
habla sobre la manipulación brutal de la memoria y la mediocridad de la
propaganda, sobre la doctrina impuesta y cómo en lo oculto se cuece la
resistencia, un sentido crítico agazapado. La segunda parte tiene a Gorbachov
como eje central de los cambios, presentándole de tal forma que uno no sabe
hasta qué punto consentía con los mismos, controlaba la situación, era un
hombre genial o un tanto necio. Remnick aprovecha esa etapa para recorrer la
geografía del imperio soviético dando testimonio a pie de calle, hablando con
gente humilde, relatando la rebelión de los mineros que reclamaban jabón, su
paso por el arrasado Chernobyl o por la marginal isla de Sajalin, en los que
son los mejores episodios del libro, dignos de un discípulo de Steinbeck. A
continuación, tomando la muerte de Sajarov como punto de inflexión, comienza
una tercera parte destinada a revelar los dolores de la transición, la brega
entre conservadores y aperturistas, el nacimiento de las mafias, los
martirizantes cambios de costumbres. El capitulo se remata con un coro final de
gente que vive al límite de lo soportable. Se trata de una etapa neurótica,
rematada con la independencia de las repúblicas bálticas. La cuarta parte es
una crónica de cuatro días del fallido golpe de estado, una agitada
representación, con algo de maniqueísmo por parte de Remnick, a ritmo de
Apocalipsis. Aquí los protagonistas no son los que sufren la historia, sino los
que la escriben. Por último, en la quinta parte Yeltsin y Gorbachov comparten
protagonismo con un extravagante, onírico, ambicioso y demasiado urgente juicio
al régimen soviético. Todos los llamados a declarar demuestran su sangre
caliente, todos los testimonios y confesiones son demasiado febriles, aunque
existan motivos para la fiebre.
La tumba de Lenin es una demostración de
cómo hacer periodismo, pero también contiene sus trampas, eso sí, perfectamente
escondidas. Se debe estar alerta ante los criterios de Remnick, quien no deja
de considerar que la sociedad libre y civilizada es la liberal, la americana, y
le cuesta mucho esfuerzo ceder un milímetro de terreno al enemigo. Son varias
las declaraciones de testigos de la época, gente sin posición política o militar,
que defienden el imperio soviético, unos testigos que se presentan como hombres
fanáticos. Y muy escasas las ocasiones en que esos defensores son mostrados
como gente sencillamente equivocada. También se da por supuesto que el régimen
soviético se construyó sobre la ideología, vencedora en combate contra la
racionalidad, o que con su destrucción cayó el último imperio, afirmaciones que
bien merecen un debate. Como merece un debate el concepto de patria sobre el
que se asienta este libro que, una vez que el lector pone los parámetros en su
sitio, puede catalogarse como muy digno y muy emocionante.
Fuente: Quimera
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