Nada es más asombroso que la
verdad.
Reportajes y artículos
Egon
Erwin Kisch
Traducción
de Francisco Uzcanga Meinecke
Minúscula
Barcelona,
2017
180
páginas
“Nosotros somos la gente”
La
frase, es fácil de reconocer, la pronuncia la madre de la familia Joad al final
de Las uvas de la ira. Ese sentido de gente, exiliados, buscavidas,
perseguidos, luchadores, atraviesa el océano y llega hasta el alma de Egon
Erwin Kisch (1885-1948) quien en lugar de elegir la ficción, se decantó por el
reportaje. Nacido en Praga, esta recopilación nos muestra dos cosas sobre él:
la primera su versatilidad a la hora de entrar en cualquier lugar para recoger
cualquier tema, desde un partido de fútbol a un bombardeo, sin dejar de prestar
atención a lo que más importa. La segunda, que lo que más importa, siempre y
por siempre, lo que hace del reportaje un género literario y el sustituto del
teatro del siglo de oro a la hora de reflejar la condición humana, es que se
presta atención a la dignidad, a un gesto, a un detalle a una muestra de cariño,
a un afecto sobreentendido, a una filia por un tipo u otro de actividad, a ser,
por encima de todo, persona.
Escritos
en un tiempo en que las reglas de la crónica periodística no existían, Egon
Erwin Kisch se atiene al reflejo de lo que ve. En lugar de contundencia, en la
selección de lo que describe hay verdad. No se trata de impactar, sino de
reflejar la realidad. Ahora, acostumbrados como estamos a pensar que lo que
ocurre en el mundo es lo que atraviesa los telediarios, un autor como Kisch
viene a recordarnos que no, que hemos hecho de lo excepcional el hábito. Porque
para él, para la realidad, lo que sucede en el mundo es que una madre cambia el
pañal del bebé, un tipo con prisa se lava los dientes, un coche se salta un
semáforo en rojo, un perro hace caca en la calle, llueve y hoy hemos tenido un
mal encuentro con un compañero de trabajo, un disgusto que mañana habremos
superado. Por ejemplo. Eso es la realidad que reflejan sus reportajes. Eso es
la verdad a la que se refiere el título de esta obra. Frente a la contundencia,
Kisch decide explorar a la gente. Sin alardes, pero con una curiosidad que le
van haciendo crecer sin presunción. Es algo así como si la noticia estuviera
sucediendo siempre y parece que seguirá sucediendo.
Hasta
que llegamos a episodios de la Primera Guerra Mundial, donde da testimonio de
su experiencia como soldado en primera línea del frente. Nada de mapas de batallas.
Allí uno apenas puede atender a aquello que sucede más allá de los diez
centímetros de aire que suponen el aura de su piel. Los periódicos y los libros
de texto son una broma, una estafa, comparado con su cuaderno de notas. Es aquí
cuando se produce un punto de inflexión en sus intereses. Es aquí cuando decide
que el reportaje debe orientarse hacia la gente marginal, lo excepcional que
sucede a diario. Da voz a un verdugo, a un tipo tatuado hasta las cejas, al
oxímoron que es el delicioso perfeccionismo de Charles Chaplin. O se sabe
visitante en los viajes, como a la estúpida cadena de producción de la Ford o
al fastuoso entierro de un mafioso chino.
Y,
por supuesto, no pueden faltar en sus días y en sus noches la Guerra Civil
española o el nazismo. Da cuenta de su prisión en Berlín, y su deportación sin
justicia, por el uso de la fuerza, acompañado de otros tantos a los que se
maltrata por parte de gente con el cerebro ametrallado de carcoma nazi. Nos
habla de un campesino que conoce, un austriaco, que vendió sus tres vacas para
escapar de su familia y largarse a España, con intenciones de combatir en las
Brigadas Internacionales. O del bombardeo del Museo del Prado, anticipando el
concepto de memoricidio. También se encariña con los leprosos mexicanos, porque
la lepra es la enfermedad de los pobres, de la gente, y encuentra detalles de
humanidad entre los convalecientes en una leprosería. Todo esto, y mucho más,
con el fin de mostrar la verdad, que no es la contundencia del cronista, sino
la realidad de la que no podemos sino sesgar una parte, lo más humano, para
volcarlo en negro sobre blanco.
Fuente: Culturamas
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