A la sombra de los Andes
(viaje en bicicleta por Sudamérica)
Isusko
Larringa Basarrate
Baile
del sol
Tenerife,
2016
130
páginas
Se
pedalea despacio. A no ser que estemos hablando de una contrarreloj o cualquier
otra carrera. Se narra deprisa. Porque se narra lo que se pedalea. Y cada ciclo
son seis vueltas al engranaje de los platos y los piñones.
En
la primera vuelta, Isusko Larringa Basarrate relata lo que supone el
cicloturismo como actividad física. El sufrimiento del huracán o el gozoso roce
de la brisa. El sudor, los momentos de anemia, la plenitud de saberse libre.
En
la segunda, Isusko se detiene en la recompensa del viaje en bicicleta, en el
que ve, huele y escucha el paisaje sin barreras. Sobre la bicicleta, uno es su
propia carrocería.
A
continuación, nos vamos encontrando con la gente. O con la gente con la que
merece la pena encontrarse: viajeros curiosos, buscavidas, los que le ayudan
como forma natural de hacer las cosas.
En
la cuarta vuelta, surge una cuestión clave a resolver en un viaje en que nada
hay organizado y las guías sirven de poca ayuda: ¿cómo voy a pasar esta noche?
La tienda de campaña, dormir al raso, los porches de las iglesias, algún hostal
y la ayuda, otra vez, de gente de bien le salen al encuentro.
Y
luego está la tribu propia. Los otros cicloturistas. Gente de muy variado
pelaje pero con una única motivación: el virus del cicloturismo. Como él,
recorren en canal América. Algunos vienen desde Alaska. Él parte de Ushuaia y
su determinación es arribar a Cartagena de Indias.
Y
por último, la sexta vuelta de pedal, son las anécdotas propias de los lugares
por los que transita. Qué tipo de gente opta por la vida solitaria en la
Patagonia chilena, o quiénes son esos bomberos que le acogen noche tras noche,
o el bebedor que terminará robando, o el sacerdote, el vividor y las leyendas y
la historia. Y también la breve descripción de la aldea o la ciudad.
Así
es como transcurre este A la sombra de
los Andes, sin apenas permitirnos respirar. Lo leemos casi sin resuello.
Isusko Larringa Basarrate elimina cualquier accesorio literario y deja su
relato en los huesos. Es como si reprodujera una revisión de los apuntes de su
carrera hacia el norte. Con frases breves, para no confundirse, y un lenguaje
muy directo. Recurriendo a la frase hecha para no complicarse. Describiendo a
la gente con dos pinceladas. El efecto que consigue es que los acontecimientos
sucedan sin descanso. La frescura con que se lee el libro contrasta con una
duda inevitable que jamás se expone, pero que deducimos, sobre todo, de sus
encuentros con la gente de la tribu: ¿estaré siendo egoísta?
Lo
cierto es que todos somos egoístas cuando soñamos. Pero no siempre cuando
realizamos nuestros sueños. Ser un soñador y practicarlo sin que a los demás
les duela es, en cualquier caso, una forma de vida no solo lícita, sino que,
además, es una forma de vivir. Y eso es mucho en un planeta donde tanta gente
elige no tener atributos. Para aquellos que no puedan, siempre nos queda la
suerte de hacer realidad nuestros sueños a través de los otros. Esa es la primera
vuelta de pedales y piñones de la literatura, del cine, del relato.
Fuente: Culturamas
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