En la tierra de los santos y
los poetas
Alfredo
Panzini
Traducción
de Pepa Linares
Ardicia
89
páginas
Hace
tiempo que la naturalidad, la frescura, parece un valor literario a la baja.
Borges es grande en muchos sentidos. Pero solo es natural en sus prólogos y en
algún poema. Bolaño no es ni fresco ni natural, a pesar de su facilidad para la
escritura. Los metatemas y los intertextos, por ejemplo, o cualquier invento
medio postmoderno, evitan lo claro, lo espontáneo. Rayuela es uno de los ejemplos más evidente de a lo que nos
referimos. Demasiadas trabas como para considerar que contiene vida. La
complejidad es obra de horas de trabajo, no de horas vividas. Y la forma más
sencilla de reconocer este valor literario es la sensación de serenidad que nos
transmite la lectura. Con la poesía de Leopardi, limpia, como referente Alfredo
Panzini (Senigallia, 1863 – Roma, 1939) y una bicicleta, y un compañero
religioso, que entendía la religión como un método para hacer de la vida algo
modesto, parte de viaje por las tierras del centro de Italia. Apenas son unos
días, apenas unas páginas para hablar de los fantasmas de una pasión ya lejana.
Para recorrer el paisaje de Leopardi: “He hallado el secreto de la poesía de
Leopardi. Es una poesía autóctona, sin tradiciones, sin escuelas, surgida aquí,
formada a partir de una naturaleza antigua y de un alma nueva”.
El
viaje es reconocer que paisaje y gente son inseparables. Y descansar con el
espíritu del Beatus Ille. “Así como
el oso amaestrado que baila y camina con las patas traseras se tira de panza al
suelo en cuanto puede y gruñe, así también nosotros de vez en cuando experimentamos
el deseo de regresar a la vida antigua y libre de animales humanos”. La
bicicleta de la que se vale, a juzgar por la narración, pertenece a una época
anterior a la invención de la bicicleta. El resto es una narración melancólica
y suave, agradecida, un rezo en el que se recuerdan poemas como elogio a la
mirada.
En su delicioso En la tierra de los santos y
los poetas (1901), como un moderno flâneur, Alfredo
Panzini recorre en bicicleta las míticas regiones italianas en las
que dejaron su impronta Giacomo Leopardi, Dante Alighieri o Francisco de
Asís, reuniendo de este modo arte y espíritu en un lúdico itinerario cuya
finalidad no es otra que la de aunar, en su forma esencial, la vida y la
literatura. O, como bien escribe Antonio Colinas en su hermoso prólogo a
esta edición: «A veces, los seres humanos no solo siguen un viaje físico
-el que aprecian los ojos que contemplan y sienten los pies que
caminan o, en este caso, pedalean- sino también un viaje interior, que es
el que coopera al propio conocimiento, a un ahondamiento en un vivir
sabiamente la realidad, a metamorfosearla a través de la creatividad, pero
sobre todo de un mundo interior. Cumple así este libro una
doble función: ser delicada guía para quien no conoce temas, lugares
y personajes y, a la vez, conducir a autor, viajero y lector a una
iniciación en un conocimiento más hondo: el que proporcionan las huellas
que han dejado determinados poetas y santos de una Italia siempre
paradigmática».
§
Alfredo
Panzini nació en Senigallia en 1863. Cursó estudios de Letras en la Universidad
de Bolonia, donde fue alumno de Giosuè Carducci. Paralelamente a su trabajo
como maestro de secundaria en la capital italiana, desarrolló una notable labor
como lexicógrafo y compilador, que culminaría con la publicación del
renombrado Dizionario Moderno (1905). Entre su extensa
producción literaria, cuyo humor e ironía fueron alabados por figuras tan
dispares como Eugenio Montale, Sibilla Aleramo, Federigo Tozzi, Curzio
Malaparte o Luigi Pirandello, cabe destacar La linterna de Diógenes (1907)
y El mundo es redondo (1921), traducido al español por Rafael
Cansinos-Assens. Murió en Roma en 1939.
Fuente: Culturamas
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