Fuera del mapa
Alastair
Bonnett
Traducción
de Javier Calvo
Blackie
Books
Barcelona,
2017
325
páginas
Este
es un libro que “excita la imaginación geográfica porque confunde las
expectativas que tenemos del mundo real”. Para ponerlo en términos más
concretos, este es un libro que termina en el festival musical de los Monegros.
Se trata de un lugar efímero, en el que uno de los desiertos más pequeños y
hermosos del planeta se convierte en un centro de la buena vitalidad. Solo
durante los días en que sucede el festival los Monegros son pulmones. Pero los
lugares efímeros no son los únicos centros de interés de este libro que nos va
descubriendo que la geografía no era un mapa del mundo a escala 1:1. No, la
geografía contiene también variantes como la psicogeografía, la sociogeografía,
la antropogeografía y, por encima de todo, mucho amor por el mundo. Sin ese cariño,
es imposible encontrar estos sitios Fuera
del mapa que construyen un libro genial, tan insólito, por ejemplo, como el
Atlas de islas remotas (Nórdica y
Capitán Swing). De cada episodio, es inevitable pensar, se podría construir una
novela.
Por
las páginas, intensas y documentadas con rigor, prestando siempre atención al
detalle que nos hace sentir humanos dentro del lugar, circulan islas remotas y
señuelos de guerra; islas que aparecen y desaparecen; países que no existen o
que existen en la conciencia de unos pocos; tierras de nadie y terrenos que
todos los países rechazan; ciudades secretas y falsas ciudades; exploraciones
subterráneas, la Meca como fenómeno de la economía faraónica basada en la
construcción y la destrucción cultural; clásicos como Capadoccia y el único
trasatlántico formado por apartamentos, por viviendas y no por hoteles; el
aire; la fundación de lugares libres para los cimarrones; pueblos piratas en la
costa somalí, abandonados a su suerte, comidos por el desierto y a quienes se le
roba la pesca; círculos concéntricos de enclaves de países dentro de países;
cementerios habitados por los vivos y un larguísimo etcétera que es mejor
descubrir leyendo.
Los
perfiles que dibuja Alastair Bonnett (Epping, 1964) poseen más atractivo que potencia.
Porque en buena medida prevalece la ambivalencia, lo cual los hace más humanos,
sujetos a ambiciones, miedos o deseos. Bonnett nos obliga a repensar nuestra
relación con quienes compartimos el planeta: seres vivos y tierra, mar y aire.
Incluso con los muertos. Porque el peso de los muertos está vinculado a la
identidad y la identidad construida, en buena medida, por el paisaje, por el
paraje donde nacimos, nos amamantamos y soñamos con vivir o con destruir. Porque
lugares como el océano de plástico del Pacífico es algo que uno sueña con
destruir sin importar dónde esté ubicado en ese momento. Este libro provoca, reinventa la topofilia, el
amor al lugar, nos habla de la necesidad de escapar de la sensación
generalizada de un mundo uniforme al que solo cabe afrontar de una manera: con
la desorientación.
Fuente: La línea del horizonte
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