Esto no es africano
Marc
Serena
Xplora
269
páginas
Abril,
2014
La tradición pertenece al
ciclo de la ortopedia moral del hombre. Finalmente, quedará destruida
la humanidad, al igual que se desintegran los cuerpos, pero la tradición, como
una prótesis de plástico, permanecerá gritando que la vida siempre ha sido así
y que así debe seguir siendo. Eso que conocemos como tradición, esos acuerdos
civiles o imposiciones legales impresas por la oligarquía bajo ruido de sables,
que damos por supuesto que tuvo su génesis en el Big Bang, genera
condicionamiento y genera violencia. Y no hace falta recurrir a la ablación del
clítoris para expresar uno de los extremos más bélicos que ejemplifican esta
afirmación. Hay tradición y violencia en la aceptación o no aceptación de las
horas de sueño, de los tratamientos capilares, del imperio del cuerpo Danone,
de los modelos de familia, de las representaciones religiosas que llegan a una
versión siniestra a la hora de celebrar la muerte, del destrozo de un torpe
animal herbívoro bajo los gritos de cientos de personas con la garganta forrada
de tinto peleón.
Hay un condicionamiento
impuesto por una tradición, que alcanza la violencia, cuando en un país no se
permite dar besos en público el día de una boda.
Cuando la poligamia es un privilegio del que presumen los poderosos. Cuando la
defensa de una religión que no sea la mayoritaria, o el derecho a no profesar
ninguna religión, está tipificado como delito. Resulta incluso violento el
imperio de “ser fiel a los valores culturales de un país”, la manipulación de esa palabra, cultura, hasta transformarla en otra
prótesis, otra pieza de plástico que resistirá el ataque de los años y los
gusanos mientras nuestros cuerpos se descomponen.
“Las
“violaciones correctivas” a lesbianas sudafricanas se han convertido en una
tragedia de magnitud incalculable. Todas las semanas se registran en Ciudad del
Cabo diez nuevos casos (…). La razón principal es que solo uno de cada
veinticinco violadores acaba siendo condenado: aún sigue siendo difícil
encontrar un abogado, un médico o un testigo que quieran testificar en un
juicio.”
Marc Serena
(Barcelona, 1983), lleva la denuncia de
la tradición hasta una serie de capítulos sangrantes. Como él afirma, las
relaciones homosexuales están bien documentadas en la antigua Grecia; pero
apenas existe rastro de ellas en Egipto. Porque se considera que ser homosexual
no es propio de África. Como si la sociedad civil africana, al igual que sus
leyes, con frecuencia obligadas por la invasión religiosa, no pudieran
equivocarse. Como si el dios del Miedo hubiera jugado a su antojo con las
voluntades para imponer millones de grilletes a los que los hombres llamen
libertad. Erich Fromm dio buena
cuenta de ello en su magnífico ensayo El
miedo a la libertad, donde explora cómo llegan a construirse los
prejuicios, impulsados por la inseguridad humana.
Marc
Serena recorre África, en quince paradas, desde Egipto a Ciudad del Cabo,
pasando por Senegal, Kenia o Zambia, deteniéndose allí donde encuentra uno o
varios personajes marcados por el odio. Por
el odio hacia el homosexual. Y, en algunos casos, con marcas físicas, que
no sólo salen de dentro a afuera, como las consecuencias del VIH y del hambre,
sino que están grabadas en la piel de tantos golpes y puñaladas que han
recibido. El mosaico lo componen gente humilde, sin hogar, transexuales,
cantantes con éxito nacional, enfermos terminales, abogados y luchadores en
organizaciones a favor de los derechos humanos. Gente con la que se entretiene
a charlar un rato y a la que nos presenta con la intención de no interponer
una palabra de más en nuestro camino. Su estilo es el de la crónica transparente.
Un
contraste con el de los protagonistas, que se ven privados del derecho a
desnudarse, incluido el de desnudarse en la red. Mientras que en el caso de la
denuncia de la tradición, del condicionamiento, la postura de Marc Serena es
clara, la de tomar partido por los
desfavorecidos, en este otro debate se limita, con buen tino, a dejar la
puerta abierta. Descubre que nos encontramos en un momento complejo, en el que
nuestro derecho a ser vinculado entabla combate con nuestro derecho a la
transparencia y a la opacidad. Tal vez porque debamos reactualizar el concepto
de secreto. El mundo privado se está volviendo antipuritano en la red, donde la
gente se autodelata, se autoconsume, se autopublicita. En las redes resulta
complicado defender el secreto. Y a las redes acuden, con frecuencia, los protagonistas
de este libro. Nos hallamos frente a un combate contra la tradición en un
planeta de vínculos múltiples, hasta con desconocidos. Las piezas no encajan. Y
Marc Serena lo sabe. Como sabe para qué vino a África: para dar voz a quien no
la tiene.
Fuente: La línea del horizonte
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