El viaje de Shackleton
William
Grill
Traducción
de Pilar Adón
Impedimenta
Madrid,
2014
73
páginas
Al
despertar, cada mañana, uno espera que el café mantenga el mejor aroma de los
mejores tiempos, que las calles estén limpias y a ser posible con ese esponjoso
tacto que queda en el aire tras haberse fregado. Uno desea que el desayuno
caiga en su barriga para fermentar un placer alentador, que el vecino salude
con amabilidad al cruzarse con él en el ascensor. Que la prensa esté bien
ordenada en el quiosco, que ya haya abierto las puertas el frutero y las
manzanas, por fin, huelan a manzanas. Que la mañana de trabajo sea cualquier
cosa menos tensa, que no te ladre ningún perro, que el viento no anuncie
tormenta, que el anticiclón sea un valor seguro. Como debería serlo el verde de
los árboles, el amarillo de las fotografías que van quedando antiguas, el rojo
del crepúsculo. Y el azul, presente en cada momento, en el cielo y en el fondo
de pantalla del ordenador; en la camisa que utilizamos para agradar a los
amigos y en el agua que sale del grifo transparente, pero queremos ver azul.
Y
azul, muy azul, es este volumen, El viaje
de Shackleton, un libro ilustrado que bebe de la aventura y de los recursos
del cómic. La idea de William Grill
no puede ser más honorable: poner al alcance de cualquiera, incluso de los que
carecen de tiempo para sentarse a leer los titulares de los periódicos, una de
las mayores odiseas de supervivencia de la historia. Sobre la aventura de
Shackleton y el Endurance, su barco,
en la Antártida se han publicado varias docenas de libros y se editaron unos
cuantos documentales. Digno de mencionar es el trabajo biográfico de Javier Cacho, Schakleton el indomable (Fórcola), cuya lectura recomendamos. Como
no podemos dejar de recomendar esta obra, en la que la ilustración pasa a ser la protagonista, protegida por un texto
ajustadísimo.
William
Grill reduce, también en sus ilustraciones, la consistencia del viaje y de la
batalla, hasta hacer de las imágenes una enumeración que es, en realidad, la
historia de supervivencia destilada hasta su mínima expresión. Y en este caso,
mínima es un adjetivo elogioso. Las caracterizaciones son amables al tiempo que
reconocibles, la composición una infinita variedad de recursos gráficos. De
este modo la historia pasa a ser de interés desmedido no sólo por lo brutal de
los sucesos, también por el agrado con que uno va pasando las páginas. El
viaje de Shackleton es un lujo, uno de esos libros que si uno tuviera
que vaciar su biblioteca por falta de espacio, y eligiera conservar una
cantidad exigua de volúmenes, no sería capaz de renunciar a esta obra. Se trata de un volumen azul que a uno
le gustaría que permaneciera siempre como el primer día que lo compró, como un
valor fijo entre los buenos valores anhelados, como el aroma del café, la calle
limpia, la amabilidad del vecino o el olor de las manzanas.
Fuente: La línea del horizonte
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