jueves, 1 de febrero de 2018

LA FRONTERA INVISIBLE

La frontera invisible
Killian Jornet
Traducción de Joan Lluís Quilis Sarsanedas
Now books
Badalona, 2013
210 páginas



¿En qué consiste eso que llamamos civilización?
Tal vez sea una sustancia gaseosa en la que viven seres que besan sin quitarse los colmillos. O un aire al que se escapan átomos de hormigón que se incorporan a la materia que respiramos. O una disciplina en la que se impone el registro que identifica a la comodidad con el relleno de plumas de los cojines. Una civilización es, para gente como Kilian Jornet, algo que se define por su propia reacción: el sitio que te provoca el deseo de huir o, para ser menos trágicos, el deseo de salir a buscar. ¿A buscar qué? Esa es la pregunta que viene haciéndose Kilian Jornet y que seguirá haciéndose tras escribir La frontera invisible. La respuesta sencilla, la que dicta que se parte para intentar hacerse con aquello que no se tiene y que se pretende integrar, no es suficiente si se recurre al planeta de las palabras. En ocasiones, el lenguaje es un escollo en la educación sentimental.
De Kilian Jornet conocíamos su alma de atleta, sus récords en los Alpes, sus victorias en las grandes carreras de fondo sobre el terreno áspero de las montañas, o sobre la nieve que invita al patinaje. Si uno lee su anterior obra, Correr o morir, puede hacerse a la idea de frente a qué persona nos vamos a encontrar: un hombre que en cincuenta y cinco kilos de peso y treinta y dos pulsaciones en reposo, sería lo más parecido a los superhéroes mutantes del cine, de no ser por la existencia del alpinista suizo Ueli Steck. Uno de esos ídolos a los que siempre imaginamos colgándose medallas, y que ahora se pregunta si se puede ser un hombre sin corona de laurel. Porque La frontera invisible es un estudio sobre la soledad y el silencio, a la vez que nos muestra un viaje al fin del mundo. Hay mucho de espíritu juvenil en el planteamiento de una obra que confiesa nacer de lo vivido, pero no pertenecer al mundo autobiográfico. Kilian, protagonista y narrador, se embarca en un viaje a unas montañas de Nepal por las que nadie jamás ha pisado. Le acompaña un viejo amigo irlandés y un veteranísimo alpinista soviético, que acaba de conocer. Se trata, en realidad, de culminar un proyecto muy especial, pero tratando de que no se entere nadie. Ha dejado atrás su otro amor, una mujer, pero le resulta inevitable volver la cara hacia la aventura, que en su caso se identifica con la independencia y con el riesgo, para darse cuenta de que vivir es hacerse preguntas y no encontrar respuestas. La vida al filo nos enseña que la seguridad es una ilusión mental, una trampa, para mantenernos atados a situaciones como las que se gestan dentro de eso que llamamos civilización. Los grandes dioses de la banca no sienten más seguridad que el bohemio pobre que vende pulseras en las esquinas.
A este joven que sale en dirección a las cumbres y al afán por darse de bruces con el vértigo, le sobra sinceridad y le falta, como él viene a reconocer, la necesaria aceptación para vivir sereno. Constantemente, tanto en los diálogos que crea como en las descripciones que refleja, hay un trasfondo de lugares comunes inconfundibles, con los que dejar bien claro cuáles son las condiciones que él exige para sentirse vivo: volar, silencio, el mundo rural, la naturaleza, el respeto, la paz interior, los sueños, la lucha, el enamoramiento, el sufrimiento físico, el ahora, las fronteras, la montaña, la adrenalina…
“La montaña no es terreno para héroes”, dice uno de los amigos del protagonista. Ya no se trata de ser un ídolo. Ya no hay ambición, el deseo de ser alguien, el deseo de ser diferente, es decir, de creerse mejor. Y “al no ser nada, solo soy yo”, expresa el narrador, expresa Kilian.

Que nadie se confunda. La frontera invisible no es una gran obra de la literatura. Ni lo pretende. A Kilian Jornet no se le pasaría por la cabeza la aventura de emular a Balzac. Él ya está trazando su ruta, y los demás seguiremos estando allí para admirar cómo va creciendo.

Fuente: La línea del horizonte

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