domingo, 11 de febrero de 2018

LOS ÚLTIMOS


Los últimos
Voces de la Laponia española
Paco Cerdá
Pepitas de calabaza
Logroño, 2017
163 páginas

En uno de sus últimos libros de viaje, Paul Theroux se encuentra con alguien que reclama, con la ingenuidad que solo posee el hombre libre, la leyenda de Walden. Theroux desmonta de un plumazo lo que podría haber de Beatus Ille en Thoreau, o al menos en el Thoreau de Walden: un sendero separaba su cabaña de la ciudad, y la distancia la recorría en cuarenta y cinco minutos. Según comenta Theroux, Thoreau caminaba a diario por ese sendero para pasar buena parte del día en la ciudad. Lo cierto es que para protagonizar una vida como la que se refleja en Walden, uno tiene que tener la cabeza muy bien amueblada o el don de la locura. Si es que son cosas diferentes.
Cuando Paco Cerdá (Genovés, 1985) se propone escribir este libro, las dos opciones, o la única, están presentes tanto durante los diez días del viaje como durante la redacción. El territorio que recorre se extiende casi tanto como la comunidad de Castilla y León, y es un páramo deshabitado. De hecho, el índice de habitantes es inferior al de Laponia. La denominación bajo la que se encuadra es Serranía Celtibérica y, al margen de la despoblación creciente, el frío también es un ente común que se instala en esta zona y en el norte de Europa. Casi toda Cuenca y Teruel, Guadalajara y Soria, una parte de Burgos, Segovia, Valencia, Castellón y Zaragoza, y, por norma general, un paisaje desolado, en el que de vez en cuando nos sorprenden hermosos bosques en las sierras que visita. El paisaje es protagonista, porque el paisaje también nos construye. Incluso en la destrucción, dado que no todas las personas que aparecen en la crónica se enorgullecen de elegir permanecer o desplazarse hasta allí.
En realidad, el libro, excelentemente desarrollado, instructivo y con el ritmo preciso de una buena crónica periodística, es un lamento. Tal vez incluso una denuncia, aunque lo denunciable es una abstracción: se denuncia al sistema que lleva a la conglomeración urbana. Pero el sistema es, en buena medida, propaganda. En este caso, propaganda capitalista. A lo que sí cabe ponerle cara, y ese es el empeño de Paco Cerdá, es al afectado por esta amnesia y muerte de un territorio, su cultura y sus habitantes. La falta de servicios condena a muerte a más de una persona por no poder acceder a un hospital a tiempo. El libro, que se abre con un homenaje a la novela Pedro Páramo, es parte de la lucha contra el destino social. Y es elegía, pero no rendición. Porque vincula el realismo con la resignación, y reniega de este mal. Estar resignado es el antónimo de la dignidad. No todo lo que encuentra a su paso Paco Cerdá es digno, pero si lo es, lo refleja.
Si existiera un periodismo romántico, este libro formaría parte del canon. Vivir en el pasado, que a nuestro parecer fue mejor, es una de las señas del romanticismo. Y en ese pasado están presentes los monjes, los emprendedores, los ancianos, los pastores, los maestros y algún escritor despistado. Lo común a esta gente, “tan pobres que tienen alma”, como dijo Machado, es sentir como propio el territorio y la agonía. Pero el tono en el que está escrito contiene una reserva de optimismo. Mientras esta gente viva, la repoblación y recuperación de la cultura y el campo, es posible. De otra manera, no habría merecido la pena el viaje.


Fuente: Culturamas

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