viernes, 7 de febrero de 2025

TAL VEZ VIAJAR en CULTURAMAS

 

Tal vez viajar

Ricardo Martínez Llorca

La huerta grande

Madrid, 2025

260 páginas

 

Por Carlos Marín

 


La sensibilidad es un bien escaso. En el campo de la literatura, se ha confiado con demasiada frecuencia a la poesía, en raras ocasiones al relato y, desde luego, casi nunca al ensayo. De hecho, cuando ha querido aparecer combinando percepción y pensamiento en prosa, nos ha entregado algunas de las mejores páginas de la historia, como en El libro del desasosiego. Este ensayo que tenemos delante, este tratado sobre el viaje, a lo que más nos recuerda es al espíritu con el que está escrito el libro de Pessoa. Y en la comparación no desmerece. La sensibilidad que demuestra Martínez Llorca nos hace pensar que ésta es una forma de inteligencia, que la sensibilidad es tal vez la versión más respetable de la inteligencia, si es que no son la misma cosa. No es la primera vez que nos lleva a estas reflexiones: ahí está su ópera prima, la novela Tan alto el silencio, o el estremecedor libro testimonial Luz en las grietas, ambos, como este Tal vez viajar, vinculados a la aventura que supone la mochila, la naturaleza, lo ajeno, la montaña, un territorio donde Martínez Llorca se mueve como pez en el agua. Pero no será un pez cualquiera.

La elegancia en el tono que sostiene este ensayo se convierte en una carga de profundidad en el oído y la comprensión del lector. Cada párrafo puede obligarnos a detenernos un buen rato para profundizar en su significado. Martínez Llorca no escribe utilizando calderilla y ha construido un libro que no es apto para los amantes de la velocidad.

La obra se construye en distintos capítulos que atienden a diferentes parcelas del viaje: el turismo, los tópicos, el miedo, la aventura, el sueño, la emulación, el neocolonialismo, las redes sociales, la lectura, la libertad, caminar, el mestizaje, el nómada frente al sedentario, el colapso y la desaparición de la naturaleza y las culturas, etc. Aunque bien sabe Martínez Llorca que las emociones y sentimientos son casi imposibles de compartimentar, de ahí que subyazca a lo largo de todo el ensayo el mismo espíritu, el de alguien que lamenta que el mundo entre en mala deriva, entre otras razones debido al exceso de turismo. Es bien sabido que esta costumbre que ha adquirido la gente, convencida de la necesidad de moverse utilizando el verbo viajar cuando quiere decir hacer turismo, está reduciendo el mundo a una máscara. Desconocemos qué tipo de viajes protagonizaba Martínez Llorca, aunque es fácil deducirlo cuando él afirma que al viajero que más le hubiera gustado acompañar mientras leía sus libros es a Paul Theroux: un tipo tranquilo que busca lo especial en la tranquilidad.

No es casualidad que el ensayo lleve por subtítulo Agenda de jardines, oasis, horizontes: jardines y oasis constituyen un fenómeno similar, son islas en medio de los desiertos, los naturales y los de cemento; en cuanto al horizonte, se nos viene a la cabeza esa afirmación de Eduardo Galeano cuando decía que la utopía sirve para caminar, pues otro tanto sucede con el concepto de horizonte que defiende Martínez Llorca, un lugar que jamás alcanzaremos, pero siempre motivará a intentarlo. Lo importante es no rendirse.

Acaba de empezar el año y ya tenemos sobre la mesa un ensayo que, nos atrevemos a decir, puede competir por ser el mejor libro de 2025. Una obra depuradísima, que no sabemos cuánto tiempo ha necesitado para redactarse, pero está escrita a lo largo de toda una vida. Uno de esos libros que el autor ha necesitado detenerse para poder escribir. Martínez Llorca confiesa que la enfermedad le obligó a cambiar de estilo de vida, como le ocurriera a Manu Leguineche, pero gracias a esa enfermedad Leguineche nos entregó La felicidad de la tierra, que es una obra genial. Tal vez viajar es otra de esas obras magníficas que debemos al malestar que sólo se puede combatir con el alma de un poeta.

 

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