Historia
natural
Andrea
Barrett
Traducción
de Magdalena Palmer
Nórdica
Madrid,
2025
235
páginas
No
es que queramos desvelar el final del último (y tal vez más importante) de los
relatos que componen Historia natural, pero la propia Andrea Barret
(Boston, 1954) nos facilita una buena pista sobre la intención, y el logro, de
su literatura: «”¿Por qué?”, le preguntaba la gente (…) solo podía decir que no
lo sabía (…). Que se había sentido sola en su antigua vida». Pero la soledad no
acaba ahí: el personaje se ha sentido fagocitado, ha dudado sobre si pertenece
a un grupo y ha temido pertenecer a él. Odia y ama su trabajo, porque le gusta
la actividad, pero la aleja del mundo. Desprecia y necesita los halagos. No
puede dejar de pasar por el mundo sin dejar cicatrices y sin llevarse algunas
cicatrices puestas. Y luego están los cambios, que se nos imponen o que no
llegan a suceder porque nos encabezonamos en permanecer, o que somos nosotros
los que cambiamos, o no, o que lo único que cambia es la ciencia. No saber y
pasar por el mundo dándonos cuenta, en definitiva, de que sí vamos aprendiendo.
Así se manejan los personajes de estos relatos, que son figuraciones que pertenecen
todos a un mismo grupo, a una misma familia y al entorno de esta familia. De hecho,
se incluye, unos árboles genealógicos entrelazados a modo de apéndice para
poder seguir los vínculos entre los personajes.
Barrett
vuelve a utilizar voces de narradores tranquilos, a veces en primera persona,
otras en tercera, para mostrarnos trozos de vida. No hay grandes fantasías ni
enormes golpes de efecto, pero sí la afectación que nos puede provocar sentir
que lo que estamos leyendo ha podido ser real, y como tal merece la pena
contarse. Comienza por llevarnos a la época contemporánea de Darwin, lo cual no
es una coincidencia en esta autora, aficionada a la historia natural, amante de
la ciencia y la naturaleza. Y a medida que vamos avanzando cronológicamente,
con cada relato, se la época queda como algo más que un decorado, es una
condición. No se trata de que subyugue a los personajes, sino de que les centra
en lo que atañe a la relación: van cambiando las inquietudes, van evolucionando
las actividades, y tanto inquietudes como actividades están enfocadas al
conocimiento, a las ganas de ampliar el mundo.
Estamos
ante un elenco de personajes femeninos, muchas de ellas mujeres naturalistas,
de origen más bien humilde. La intención de Barrett es una digna y serena
reivindicación de mostrar que la historia no es lo que figura en los libros de
texto, sino aquello que le ha ido sucediendo a las personas. Sí que el tiempo
que nos toca vivir nos impone muchos sesgos, pero Barrett también nos habla
sobre lo universal, aquello que se da entre las relaciones, entre los seres
humanos y entre los seres humanos y el entorno natural, que ha sido, es y será
universal. Uno se atrevería a decir que eterno si no es por que teme que la muerte
de la historia natural del planeta esté en ciernes.
El
libro se termina con el relato que da título al volumen, en el que comprobamos
que lo que más posibilidades tiene de salvarnos, lo que nos hace humanos, sigue
siendo la memoria. Y esta memoria es personal, por supuesto, pero también
familiar. Andrea Barrett ha compuesto un bonito libro sobre los asuntos que más
importan y menos histeria producen, lo cual es muy de agradecer en los tiempos
que corren.
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