La
rectificación
Adolfo
Muñoz
Isla
del náufrago
Segovia,
2025
400 páginas
Por
norma general, se considera que una novela histórica es aquella en la que los
sucesos que tuvieron lugar durante una determinada época afectan a los sucesos
que padecen los personajes. Cabe añadir, para que se considere novela, que no
sólo padecen sucesos, sino que además los generan. A los protagonistas de La
reina Margot, de Alejandro Dumas, viven sus entresijos personales mientras
ahí afuera las guerras de religión del siglo XVI no cesan de afectar a cada
decisión que toman, o que lo que ahora es historia va tomando por ellos.
Hace
cerca de treinta años Adolfo Muñoz (León, 1964) escribió Tengo palabras de
fuego, una novela que podría engañar y parecer histórica por su
ambientación, pero que no pertenece a este género, pues los sucesos bien
podrían estar produciéndose en cualquier otra época. Hoy nos vuelve a proponer
otro juego con los asuntos históricos: la ambientación de esta obra, qué duda
cabe, es histórica, y nos lleva al Sarajevo de los dos años anteriores al
atentado que prendió la mecha de la Primera Guerra Mundial. Pero de lo que se
trata es, precisamente, de cambiar la historia. Nuestra protagonista viaja en
el tiempo con el fin de impedir la muerte del archiduque Francisco Fernando, y
así modificar todas las guerras que poblaron el siglo XX. De esta manera, se
construye la novela antihistórica mientras nos vemos dentro de una novela
intrahistórica. En realidad, vamos descubriendo a medida que avanzamos en la
lectura, de lo que trata La rectificación es de retomar los clamores
pacifistas. Estamos frente a una novela antibélica, antiviolenta, en la que
precisamos conocer las entrañas de la guerra y la agresividad.
Para
ello Adolfo Muñoz nos prepara un diario que lleva nuestra narradora durante un
par de años. Las ventajas del diario es que ahí, en cada entrada de cada día,
cabe de todo, desde la reflexión hasta la documentación almacenada. Incluso un
cuento soñado. La dificultad, por otra parte, a la que se enfrenta la narradora
es la de ir incluyendo los actos del presente cuando ya conoce los actos del
futuro, ese que pretende alterar. Esta narradora, lo sabemos desde el inicio,
es una mujer enamorada. El dato no es baladí: será el amor el que dé forma a su
voz, a su expresividad, porque ese mismo amor es el que genera las angustias
que atraviesan la obra, y que cobran especial intensidad en los momentos en que
la afronta más de cara, de manera directa, que es en el día a día, en lo
cotidiano, que será extrañamente cotidiano para ella. Hay que significar que la
angustia no se produce meramente por la época a la que decide viajar, sino que
viene ya con ella, pues se desplaza desde el momento en que los Balcanes están en
guerra, en la década de los noventa, y su familia y su novio al borde de la
muerte.
Y
así es como nos damos cuenta de qué tipo de testigos somos respecto a la
historia, que nos han enseñado mayormente a través de conquistas y movimientos
geopolíticos que llevan, necesariamente, violencia implícita. Adolfo Muñoz nos
enseña que podemos ver la historia como un paisaje, y para ello se vale de una
prosa de aspecto sencillo y que se lee con la misma fluidez con la que
respiramos en los momentos de calma, una fluidez que contrasta con el alegato
pacifista que es la obra. Y que nos sirve, claro está, como una lección sobre
cómo debemos afrontar la vida, guardando la cortesía hasta en los peores
momentos. La rectificación es una novela filosófica, porque además
contiene constantes enseñanzas, reflexiones de valía. Pero sobre todo es
filosófica porque nos habla del valor que supone coger al toro por los cuernos
y luego pedirle que se detenga, susurrándole un por favor al oído.