El Premio Desnivel de Literatura ha cumplido 18 años y el pasado miércoles lo celebramos en la Librería Desnivel. El mejor regalo fue dar la bienvenida a 'Luz en las grietas', la novela ganadora en 2016 y firmada por Ricardo Martínez Llorca.
Los libros felices son una categoría difícil de encontrar. Quien escribe usa la literatura para ajustar cuentas, independientemente del género, y suelta en el papel sus desasosiegos para poner las cosas en su sitio capítulo a capítulo. Así se mueve por el oficio Ricardo Martínez Llorca, el ganador del Premio Desnivel de Literatura de este año con la novela Luz en las grietas que se presentó el pasado martes en la Librería Desnivel.
A la última convocatoria llegaron 186 propuestas y la de Martínez Llorca fue la que mejor aunaba el espíritu de montaña y superación que busca Ediciones Desnivel. Lo explicaba Pati Blasco, una de los miembro del jurado que ha pasado meses buceando entre las letras de todos los originales que se han recibido: “El libro tiene palabras que viajan de la sombra hacia la luz para sumergirnos en el interior de su protagonista dejándonos hacer un recorrido vital doloroso, hermoso, aventurero”. Desvelar la identidad del texto ganador es siempre un momento especial en el que el jurado descubre si es mujer u hombre y si tiene un nombre nuevo o ya es conocido, como en este caso, pues Martínez Llorca ha firmado tres libros anteriores en Ediciones Desnivel: Después de la nieve (2015), Hijos de Caín (2013) y El precio de ser pájaro (2005).
La literatura, los viajes y la montaña iluminan los rincones oscuros
Luz en las grietas juega con confesiones a corazón abierto que el autor llama testimoniales y que son mensajes que necesitaba comunicar al exterior con una urgencia dirigida por el temor. “Empecé a escribir el libro pensando en que quizá cualquier mañana no me despertaba, por eso cada vez que avanzaba procuraba que el texto tuviese un final y, como no me he muerto, ha llegado a tener 200 folios. Tenía un papel pegado al ordenador con las claves de mi correo electrónico para que el texto se enviase a mis contactos en caso de que algo pasara”.
Cada nuevo día le llevaba a añadir una parte extra que no siempre hacía avanzar la trama, pues en ocasiones el trabajo era el de engordar esos capítulos redactados con hilos finos para que tuviera más matices, más contenido. Al final, la novela habla de lo vivido y de una enfermedad de corazón que ha condicionado la vida del escritor. También de los focos que iluminan sus rincones oscuros, es decir, la literatura, los viajes y la montaña.
Contaba Martínez Llorca que el lector que se acerque a Luz en las grietas no se va a encontrar con grandes montañas directas, pero sí indirectas. Que la historia no está redactada con la intención de mirar hacia lo alto, como cuando uno lee a Messner o a un gran personaje admirado, sino que establece un tú a tú más mundano, un protagonista a la altura del lector, tan humano como él. Ahí también aparece el reto, el de redactar un texto construido a base de sentimientos corrientes que se pasean muy al borde del bote de azúcar. “Hay mucho riesgo de caer en lo cursi”, reconocía, y por eso procuró tener a mano a sus poetas de cabecera, maestros en el decir directo sin edulcorantes. "Recítame un horizonte sin cerradura", escribió Marcos Ana y repitió Martínez Llorca. "Estamos en derrota, nunca en doma", seleccionó de los versos de Claudio Rodríguez.
"¿Por qué deseamos seguir viviendo apasionadamente?”
El ganador del Premio Desnivel habló también del arranque de la novela, que fluyó de la página 1 a la 20 de un tirón y levantó el andamio básico del que colgaban los mensajes esenciales que quería comunicar. Así empieza:
El cuerpo humano no es sólido.
Leí el testimonio de un soldado que sobrevivió a la Primera Guerra Mundial que confesaba, años después y con estupor, su impresión al clavar la bayoneta asesinando a otra persona. Bajo el fuego de artillería, cualquier sombra que corra hacia ti se transforma: el rival ya no es una persona, sino un enemigo, y tu agresión obedece a un instinto de supervivencia, a una respuesta de pánico. […] El soldado reveló a su gente más cercana, una vez terminada la guerra, que, al hundir la bayoneta en el cuerpo de aquel a quien le habían obligado a considerar un monstruo, se sorprendió al comprobar que esta se hundía con más facilidad que un cuchillo en la mantequilla.
El cuerpo humano no siempre es sólido pero sí puede construir bloques de significado en algo tan frágil como una hoja de papel. En palabras de su editora, “Luz en las grietas es un libro directo, sincero y conmovedor que nos habla de la supervivencia en lo cotidiano, de la lucha por la superación, del amor por los seres que devuelven amor. De la aventura de vivir. Un libro en el que sin duda hay poesía y montaña. Escrito con una prosa llena de color, es una respuesta a esa pregunta que todos nos hacemos: ¿Por qué deseamos seguir viviendo apasionadamente?”.
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