Paul Bowles, quien disputa a Borges o a Kafka el trono del mejor escritor de relatos cortos del siglo XX, dio el relevo a un discípulo de Guatemala, Rodrigo Rey Rosa. Las primeras obras de Rey Rosa se confundirían con Bowles, de no ser por un pequeño matiz: el de la procedencia. Ambos renuncian a sus raíces. Lo cual significa tanto como que ambos las reconocen.
En sus últimos trabajos, Rey Rosa (Guatemala, 1958) no cesa de buscar su idiosincrasia. La voz la tiene patente. Existe ya una marca Rey Rosa, como existe una marca, salvando las distancias, Faulkner. Lo que sucede es que, aunque le pese, Rey Rosa es hijo de una época. La retroalimentación de las imágenes y noticias, las novedades y la fantasía, así como la facilidad de acceso a otros mundos a través de los medios, terminan por afectar. Ya no es posible representar la visión del universo a lo largo de toda una obra que se reproduce en un condado, afectada por la lente del escritor. De ahí que Rey Rosa se plantee este tipo de proyectos, ampliando el catálogo de su personalidad.
Bienvenida sea la recuperación de este libro, un clásico ya entre los híbridos. Si es que ese adjetivo no ha perdido su validez: uno escribe conjurando todo lo que es: hombre, cariño, miedo y vacío. Aunque se nos represente con el aspecto de investigación. En la literatura de Rey Rosa, lamento decepcionar a los amantes de los grandes volúmenes, no hay una palabra barata.
El material humano
Rodrigo Rey Rosa
ALFAGUARA
Un maestro extraordinario de la fusión entre periodismo y literatura.
«El material humano no necesita de retórica alguna, ni de frases más largas que una línea para emocionar al lector: le basta la verdad honesta de la que parte.»
Javier Aparicio Maydeu, Babelia
Javier Aparicio Maydeu, Babelia
Hace más de diez años, Rodrigo Rey Rosa visitó a diario el Archivo de La Isla y se sumergió en el laberinto de millones de legajos y fichas que la policía guatemalteca había acumulado durante décadas. Lo que empezó como una especie de entretenimiento derivó poco a poco en una arriesgada investigación en la que la documentación de la represión en su país se fue convirtiendo en materia novelesca. De los cinco cuadernos y cuatro libretas escritos a lo largo de esas visitas surge El material humano, un thriller sobrecogedor con un macabro telón de fondo.
Rodrigo Rey Rosa nació en Guatemala en 1958. Después de abandonar la carrera de Medicina en su país, residió en Nueva York (donde estudió Cine) y en Tánger. En 1980, conoció a Paul Bowles, quien tradujo sus tres primeras obras al inglés. En su obra, traducida a varios idiomas, destacan los libros de relatos El cuchillo del mendigo (1985), El agua quieta (1989), Cárcel de árboles (1991), Lo que soñó Sebastián (1994, cuya adaptación cinematográfica se presentó en el Festival de Sundance del 2004), Ningún lugar sagrado (1998) y Otro zoo (2005), reunidos, junto a algunos relatos inéditos, en el volumen 1986. Cuentos completos (Alfaguara, 2014); sus novelas El cojo bueno (Alfaguara, 1995), Que me maten si… (1996), Piedras encantadas (2001) y Caballeriza (2006) -reunidas en Imitación de Guatemala. Cuatro novelas breves (Alfaguara, 2013)-, El material humano (2009, Alfaguara, 2017), Severina (Alfaguara, 2011) y Los sordos (Alfaguara, 2012), además de La orilla africana (1999) y El tren a Travancore (2002), que conforman junto a la novela corta «Lo que soñó Sebastián» el volumen recopilatorio Tres novelas exóticas (Alfaguara, 2015). Ha traducido a Paul Bowles, Norman Lewis, Paul Léautaud y François Augiéras. Su obra le ha valido el reconocimiento unánime de la crítica internacional y, entre otros, el Premio Nacional de Literatura de Guatemala Miguel Ángel Asturias en el 2004, el Premio Siglo XXI a la mejor novela extranjera del año otorgado a Los sordos por la Asociación China de Literatura Extranjera en el 2013 y el Premio Iberoamericano de las Letras José Donoso en el 2015. Fábula asiática (Alfaguara, 2016) es su última novela.
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